[Nfbespanol-talk] Los Ciegos Neuróticos y los Videntes Neuróticos, falacias Psicológicas Gemelas

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Mon Mar 1 05:08:00 UTC 2010


Los Ciegos Neuróticos y los Videntes Neuróticos, falacias Psicológicas Gemelas
Un discurso Pronunciado por el Fundador de la Federación Nacional de Ciegos

El Profesor Jacobus tenBroek 

En la 11ª Convención Anual 
de la Federación Nacional de Ciegos de 
Oklahoma City, Oklahoma,

17 de junio, 1951 
Largos avances significativos han sido adoptados por los ciegos de la Nación en los once años transcurridos desde la primera Convención de la Federación Nacional de Ciegos. A través de sucesivos avances en la asistencia pública y el bienestar social, por mejoras en la orientación profesional, y colocación, y con ganancias cada vez mayores en las oportunidades económicas y la participación cultural, los ciegos se están moviendo constantemente hacia el objetivo último de su membrecía plena e igualitaria en la sociedad estadounidense., Aún queda mucho por hacer, por supuesto, y tal vez sea bueno recordar, en este aniversario, de las varias características dominantes del programa de la Federación con el que estamos hoy más activamente y directamente interesados. 
Quizás en primer lugar, en cualquier listado de los términos a los que nuestra organización se ha comprometido, es la meta de entendimiento, que, en términos negativos, significa nada menos que la erradicación total del estereotipo anticuado del "hombre ciego desvalido," esa ecuación de la edad antigua de la discapacidad con la inhabilidad que sigue siendo hoy, cómo siempre, la afección real de la ceguera. En segundo lugar, y estrechamente dependiente de la primera, es la afirmación de nuestra normalidad: la verdad elemental de que los ciegos son gente común, y más exactamente de que son personas, así cómo individuos únicos, cada uno con sus propias necesidades humanas particulares en general. En tercer lugar, entre nuestros objetivos es la seguridad, la cual, representa un esfuerzo humano normal que sólo se acentúa, no es transformado por el hecho de la ceguera, y a los que los programas de asistencia pública son especialmente dirigidos. Pero la seguridad sigue siendo una oportunidad estática e incluso un concepto atrofiante sin el elemento adicional de Oportunidades, que es la cuarta parte de nuestros objetivos: la participación y el desarrollo, para convertirse en ciudadanos útiles y productivos. Quinto en la línea (pero no en importancia) es el objetivo de la igualdad, que es un precedente y un producto de todos los demás: la igualdad que se deriva de la sensación de pertenencia, de la aceptación franca de la comunidad, y que implica la igualdad de trato en virtud de la ley, la igualdad de oportunidades para el empleo y la igualdad de derechos en la sociedad. Sexto es el objetivo de la Educación: la educación de los ciegos en términos de ajuste social y la readaptación profesional y la educación de los videntes, padres de familia, profesores, empleadores, y la comunidad en términos de los varios objetivos ya mencionados. Séptima y última es la plataforma de una legislación adecuada, las salvaguardias permanentes basadas sobre la evaluación racional y sistemática de nuestras necesidades y borrar de una vez por todas, las barreras restrictivas de la discriminación legal y la ignorancia institucionalizada. 
Estos son sólo los más generales y visibles de los objetivos a los que estamos comprometidos. Dentro de cada área, por supuesto, hay problemas concretos y énfasis particulares. En la asistencia pública, por ejemplo, la necesidad primordial es garantizar una protección adecuada, mientras que, al mismo tiempo alentar activamente los esfuerzos de los destinatarios a superar el papél de recibir Socorro, a través de la autosuficiencia, y en el campo de la rehabilitación, el objetivo es mejorar los servicios de entrenamiento y la colocación, manteniendo la administración con los que están capacitados para comprender las distintas necesidades y problemas de los deficientes de la vista. En cada nivel el acento varía, pero cuando todas las partes trabajen juntas en armonía bajo la dirección de cualificados, ellos expresan el tema subyacente de la integración-social, psicológica y económica. Y la nota predominante que surge es de esperanza, pues si bien es cierto que estamos en camino, muy lejos todavía, de una asociación de igualdad con los videntes en el experimento constante de la democracia, también es cierto que, en contraste con nuestro estado de sólo hace once años, estamos lejos, en camino hacia ello. 
En este breve resumen de objetivos y logros, no obstante, es una suposición implícita de que es tan general que se da por hecho que es rara vez reconocido. La suposición es que los ciegos son aptos para participar en la sociedad en igualdad de condiciones, que no hay nada inherente a su discapacidad, o invariable en su psicología que los hace incapaces de éxitoso ajuste, y la adaptación a la sociedad. Y el corolario de esta hipótesis es que no hay nada fijo o inmutable acerca de los obstáculos que encuentran los ciegos en su progreso hacia la integración, que las actitudes sociales y las opiniones están esencialmente de nuestro lado, y que cuándo aparecen, por lo demás, se basan en ignorancia y error, y pueden ser cambiadas. 
Estas son las suposiciones grandes, y llevan una inmensa responsabilidad. Por sobre ellas recae toda la estructura de la programación de servicios sociales y de bienestar al que se dedica esta organización. Pero supongan, por un momento, que estas suposiciones son falsas. Supongan que los ciegos no son sólo ciudadanos ordinarios con discapacidades físicas, sino inválidos psicológicos, y supóngan, además, que el conjunto de actitudes y creencias sobre los ciegos entretenido por el público en general están al fondo, completamente hostil, e inmune a los cambios. Si estas suposiciones recibieran sanción de alguna manera científica, o incluso, si hubieran sido ampliamente aceptadas entre el público y entre los ciegos, es fácil ver que las consecuencias para los programas de educación, asistencia, rehabilitación, y empleo, (por citar sólo los más conspicuos), serían profundamente diferentes de los que ahora seguimos. La larga campaña para integrar a los ciegos en la sociedad en igualdad de condiciones tendría que ser desechada cómo ingenua y utópica, el esfuerzo por iluminar la opinión pública y para borrar sus discriminaciones exageradas tendría que ser abandonada cómo ilusoria y vana. Los ciegos se convertirían de nuevo, cómo lo han sido tantas veces en el pasado, en una casta aparte, una clase de parias, y nuestros esfuerzos en su nombre se verían reducidos a la administración de los paliativos para que su prisión social fuera lo más cómoda posible, pero no para ayudarles a escapar. 
A todo esto se puede responder que después de todo, no hay peligro de tales suposiciones reaccionarias ganando credibilidad en los círculos bien informados, que el peso de la opinión científica y teórica es del todo al otro lado. Y así, de hecho, ha parecido, tan recientemente cómo en la Convención del año pasado. Yo debería estar de acuerdo totalmente con esta creencia. Hoy, sin embargo, me veo obligado a anunciar que esta confianza no está justificada. Ya que las suposiciones que he señalado son precisamente las declaradas y presentadas por dos escritos recientes que reclaman el grave derecho a nivel científico: uno de los cuáles afirma que las condiciones de la ceguera, invariablemente, imponen una estructura de personalidad neurótica paralizante psicológica, y la otra que declara que las actitudes sociales hacia los ciegos son fundamentalmente una sublimación, (un desvío), de los impulsos agresivos, instinctivos, llevando un trasfondo ineludible de hostilidad. La primera de ellas se puede llamar la tesis del " ciego neurótico", y la segunda, la tesis de la opinión pública neurótica".
Lo más sorprendente acerca de estas teorías, a primera vista, es que son el trabajo de dos personas destacadas que son ellos mismos ciegos, y cuyo apoyo de generosas contribuciones en el campo se han ganado una reputación distinguida para ambos. Uno de estos señores, el Doctor Thomas Cutsforth, es un destacado psicólogo y autoridad sobre los problemas de los ciegos, cuyo trabajo clásico, Los Ciegos en la Escuela y en la Sociedad, publicado más de quince años atrás, ha sido acreditado con mucha de la modernización de los conceptos fundamentales de la psicología de la ceguera. El otro, el señor Héctor Chevigny, es el autor de dos libros notables sobre la ceguera, además de ser un historiador de renombre y un escritor profesional calificado. Acerca de la completa integridad y capacidad considerable de estos dos hombres no puede caber ninguna duda, pero sobre la verdad y el valor de sus respectivas teorías, puede haber y en efecto hay una cuestión muy grande. 
El primero de los dos puntos de vista, expresado por el Doctor Cutsforth en un simposio sobre la ceguera publicado el último año1-sostiene que la respuesta a la ceguera bajo condiciones modernas, resulta invariablemente, en un patrón de comportamiento indistinguible de los neuróticos. Para su crédito, el Doctor Cutsforth no dice, cómo muchos psicólogos han dicho en el pasado, que es el defecto físico que creó la perturbación, sino que dice, lo que viene a ser lo mismo, que las condiciones impuestas por la ceguera hacen la distorsión de la personalidad inevitable. La persona ciega, se nos dice, viene a evaluarse a sí misma cómo la sociedad en su ignorancia lo evalúa, y cómo resultado, pronto se siente inferior y sola. En su esfuerzo por recuperar tanto el auto-respeto y la estima social, reacciona de dos formas, y dos únicas maneras: la forma "compulsiva" de compensación, o la forma "histérica" de retirada. Ambas respuestas, de acuerdo con Cutsforth, son "fundamentalmente neuróticas", lo que significa, entre otras cosas, que obstaculizan más que ayudan al individuo a adaptarse a su discapacidad y a la sociedad. 
Términos tales como "compulsivo" y "histérico", por supuesto, plantea la pregunta, evidentemente, son neuróticos, por definición. La mayoría de nosotros, sin embargo, estaría de acuerdo en que la reacción de avestruz de la retirada de la realidad, refugiándose en la dependencia infantil no es una solución para el problema de ajuste, pero la actitud del autor hacia el mecanismo ajustador familiar, conocido como "compensación" es menos fácil de aceptar. Diremos más acerca de la compensación más adelante, por el momento basta con señalar que incluso el psicoanalista Alfred Adler, cuya teoría rígida de la "inferioridad de órganos" hizo de la neurosis un acompañamiento virtual casi inevitable de la discapacidad física, no obstante, sostuvo que el defecto puede ser superado, y el ajuste completamente logrado a través de actividad compensatoria.2 No es así, sin embargo, con el Doctor Cutsforth. "Al seguir este modelo [de la compensación]", que afirma que "el individuo"... se desarrolla a lo largo de las líneas de la personalidad compulsiva .... Énfasis terapéutica o educativa en los síntomas compulsivos lleva en la dirección peligrosa de la creación de personalidades torcidas, monstruosidades , o genios, cómo sea el caso ... las compensaciones son tanta evidencia de patología de la personalidad cómo las reacciones histéricas menos aprobadas y más desconcertantes."3
Claramente, hay poca esperanza para la persona ciega dentro de los términos de este análisis. Él se compromete a comportarse bien compulsivamente o histéricamente y, en ambos sentidos son igualmente neuróticos. Es más, cualquier intento de combinar los dos mecanismos sólo empeora las cosas. Tampoco hay muchas esperanzas de que se derive del tratamiento clínico de este "ciego neurótico", porque "es obvio", dice Cutsforth, "que cualquier programa terapéutico para el ajuste de la persona ciega que se refiere únicamente a la corrección de una o ambas de estas malformaciones de la personalidad está condenada al fracaso".4 Dado que estas malformaciones son las únicas autorizadas, es un poco difícil saber de qué más un programa terapéutico puede ocuparse. Pero se supone que lo que el autor tiene en mente es un programa más amplio dirigido a la modificación de las actitudes sociales indiferentes, que son admitidas de estár en la raíz de lo que él llama "la neurosis implicada en la ceguera." Esto es, sin embargo, muy lejos de su propósito. Observando que "hasta hace poco, los ciegos y personas interesadas en ellos han insistido en que la sociedad revise y modifique su actitud hacia este grupo específico", él continúa: "Obviamente, por muchas razones, esto es imposible, y el esfuerzo invertido en un programa así es tan inútil como escupir en el viento."5 Sólo dos de las "muchas razones", evidentemente las más contundentes, son dignas de nosotros. La primera es que "la sociedad ha formulado sus actitudes emocionales no hacia la ceguera, sino hacia el patrón de reacción de los ciegos hacia ellos mismos y su propia condición."6 Sin embargo, puesto que la reacción de los ciegos a su propia condición ya se ha definido cómo un reflejo de las actitudes sociales, esto equivale a decir que las actitudes sociales se forman en términos de algo que a su vez está formado por las actitudes sociales, un poco ordenado de razonamiento circular que evita que salga en cualquier parte. La segunda razón de esta avanzada contra el "escupir en el viento", es decir, tratando de cambiar las actitudes sociales, debe ser de particular interés para los miembros de la Federación Nacional de Ciegos: "...es muy dudoso", afirma el Doctor Cutsforth, "si el grado de madurez emocional y la capacidad de adaptación social de los ciegos siempre apoyára y sostuviéra un cambio de actitud social, si fuera posible para lograrlo."7 Y, por último, él declara: "Está esquivando la cuestión de poner la responsabilidad sobre las incrédulas y las no receptivas actitudes populares". "La única respuesta verdadera está en el lamentable caso de que los ciegos comparten con otros neuróticos la personalidad no agresiva y la incapacidad de participar plenamente en la sociedad."8
Las implicaciones de esta teoría extremista para el amplio campo de la programación social no son difíciles de distinguir. En la asignación de la responsabilidad principal de la inadaptación solo a la persona ciega, desalienta a la atención del hogar, y el ambiente comunitario en el que se forma el carácter y la personalidad se desarrolla. Y, más concretamente, en su énfasis en la inmutabilidad de las actitudes sociales, menosprecia todos los intentos de modificar o revisarlos como inútiles e incluso peligrosos. De hecho, el Doctor Cutsforth etiqueta cómo "distorsiones hipócritas" todos los esfuerzos para, cómo lo dice, "la propaganda de la sociedad con el concepto racional de que los ciegos son personas normales, sin vista".9 Si los ciegos no son normales, es evidente que de poco sirve el intento de educarlos o prepararlos para una vida normal. Si son compulsivos y con histeria, lejos de buscar la igualdad de trato y la plena participación en la sociedad, deben estar satisfechos con la situación de exilio de los inadaptados, y los locos. No hay necesidad de explicar en términos específicos, las numerosas maneras en que este veredicto serviría para socavar el progreso de los ciegos hacia la igualdad y la integración. El único de nuestros programas que pudiera de alguna manera sobrevivir a su prueba es el de la asistencia pública, pero sería una ayuda despojada de oportunidades y carente de dignidad, una organización benéfica vacía, sin fé y sin esperanza. La tesis de Cutsforth, el "ciego neurótico", en definitiva, parecería descartar cualquiera, y todas las soluciones a los problemas de rehabilitación y adaptación distintamente de la de tratamiento psicoterapéutico prolongado a nivel individual, e incluso aquí, cómo hemos visto, no está del todo claro lo que hay que tratar. 
Afortunadamente, hay una respuesta, una respuesta científica a esta teoría derrotista. Pero antes de recurrir a esta, es necesario tener en cuenta la reciente teoría de otro tipo que implícitamente apoya los supuestos reaccionarios que hemos resumido, a saber, la tesis de Héctor Chevigny del "público neurótico". (Este punto de vista, cómo se indica en un libro llamado El Ajuste de los Ciegos,10 es propiedad conjunta de Chevigny y su co-autor, Sydell Braverman. Ya que él es el autor principal, y ya que su nombre es el más ampliamente asociado con las ideas en el libro, nos referiremos a esta cómo la formulación de Chevigny.) Observando que la emoción que es más frecuentemente encontrada en las actitudes hacia los ciegos, es el de la compasión, Chevigny sujeta al "concepto de la lástima" a un examen psicoanalítico en la línea clásica de la teoría Freudiana, llegando a la conclusión de que la lástima "se deriva de un impulso inicial a través de la crueldad o la sublimación o la formación de la reacción."11 Este impulso original es diversamente definido de forma ambigua cómo miedo, culpa, y sadismo. Pero la implicación es evidente de que las expresiones de toda lástima siempre representan una desviación de profundos sentimientos de hostilidad. Chevigny, por consiguiente, intenta distinguir entre la lástima y la bondad, manteniendo que la bondad tiene un "origen diferente en la psique" y representa sentimientos benéficos en lugar de sentimientos hostiles. Curiosamente, sin embargo, la bondad en sí, es más tarde reconocida cómo "una sublimación de la agresión del uno hacia el otro, presente en todos los niños, [y] también puede ser el producto final de un sistema de una menos sólida defensa contra los mismos impulsos."12 En resumen , la bondad, cómo la lástima, es esencialmente una sublimación de los impulsos agresivos, de los que parece que la distinción entre las dos emociones, en su caso, es uno más de grado que de tipo. Lejos de distinguir la lástima de la bondad, Chevigny sólo ha tenido éxito en hacer el punto de que todas las actitudes hacia los ciegos, sin embargo, aparentemente bien intencionadas, están fundadas sobre una roca subterránea de antipatía y agresión. 
La inconsistencia de este psicoanálisis de actitudes se hace comprensible cuándo se considera cómo un caso particular de la paradoja inherente en todo el sistema de instinctivismo Freudiano: la paradoja de que, cómo Freud mismo lo expresó, "las cosas de mayor valor para la cultura humana son inteligibles cómo consecuencia de los instintos frustrados."13 Las emociones más virtuosas, amor y afecto, tolerancia, solidaridad y compasión, todas son explicables en términos de la sublimación de los impulsos agresivos innatos, incluso el sentido de la justicia, cómo Erich Fromm ha señalado , fué trazado por Freud, a la envidia de los niños para todo aquel que posee más que él.14  El determinismo psicológico de Freud, no consiste sin embargo, cómo los escritores populares suelen suponer, en la reducción de todo comportamiento con el impulso sexual, sino en la concepción de una lucha dialéctica entre el representante de las fuerzas de la vida y la muerte, una lucha que se basa en toda la historia humana, individual y cultural. "La tendencia a la agresión", él insistió, "es una cualidad innata, independiente, la disposición instintiva en el hombre y ... constituye el obstáculo más poderoso para la cultura."15 Pero si la existencia de la cultura depende de la represión de los instintos naturales, si , como dice Freud, "el núcleo de nuestro ser se compone de los deseos que son inalcanzables, pero no se puede comprobar"16-culturalmente es entonces, el equilibrio precario en el mejor de los casos, si no es condenado de antemano a la destrucción. De hecho, Freud llegó a preguntarse si la civilización no puede estarse conduciendo a "la extinción de la humanidad, ya que interfiere en la función sexual en más de una forma ..."17 "En su opinión", observa un destacado psicoanalista moderno "el hombre está condenado a la insatisfacción de una manera u otra. No puede vivir de manera satisfactoria con sus impulsos instintivamente primitivos, sin arruinarse a sí mismo y a la civilización. No puede ser feliz solo o con otros. Pero tiene la alternativa del sufrimiento por sí mismo, o hacer sufrir a los demás."18 Fuera de la destrucción de la especie, entonces, el conflicto del hombre y la sociedad debe permanecer para siempre sin resolver. Siempre que la inhibición de las fuerzas sociales están por un momento relajadas, vemos a "los hombres cómo bestias salvajes a los que la idea de preservación de su propia especie es extraña."19 Pero por otro lado, cada vez que las inhibiciones se vuelven demasiado graves, o los instintos frustrados se amontonen en contra de los bloques, cómo periódicamente deben, entonces, dice Freud, la explosión organizada conocida cómo la guerra se hace inevitable. "Un período, de general desencadenamiento de la naturaleza animal del hombre, debe aparecer, desgastarse, y la paz es una vez más restaurada."20
Ahí va la teoría freudiana de los instintos, y el pesimismo cultural extremo al que da lugar. Es pertinente para nuestro propósito, en la medida en que ilumina las consecuencias para la programación social que se puede esperar que siga su aplicación a la psicología de las actitudes sociales. Porque si Chevigny es correcto, y todas las actitudes sociales hacia los ciegos, antagónicas o benévolas, son explicables, cómo consecuencia de los instintos frustrados, entonces, por las normas Freudianas, dos conclusiones pueden decirse que siguen: En primer lugar, que los servicios y programas basados en estas actitudes , cómo todos los productos culturales, se consiguen a costa de la neurosis en general, y por lo tanto son insalubres y precarios, y segundo, que los sentimientos sumergidos hostiles hacia los ciegos, periódicamente surgen en barreras con brotes de persecución y agresión. Parece evidente que esta tesis, la tesis del "público neurótico", ofrece pocas esperanzas de un progreso racional y sostenido en el bienestar social de los ciegos, al menos hasta que la población general pueda ser inducida a someterse a extensa terapia psicoanalítica. En frente a la hostilidad universal, por muy bien disfrazada, no se puede pensar seriamente en lograr el reconocimiento y la integración, y la solución a los problemas de los ciegos debe forzosamente ser buscada en el refuerzo, en lugar de la eliminación de las barreras medievales de aislamiento y segregación. 
Sin embargo, cabe asegurar con rotundidad que la tesis de Chevigny del "público neurótico" no es muy entretenida por los estudiantes serios. La validez de sus hipótesis Freudianas ha sido muy eficazmente cuestionada por los principales acontecimientos ocurridos en los últimos diez años dentro de la psicología y las ciencias sociales, sobre todo, tal vez, en el ámbito de los antropólogos culturales. Un número impresionante de psiquiatras y psicoanalistas, así, concluyen que la naturaleza biológica del hombre no tiene por qué condenarlo a los conflictos con la sociedad, declarando que, en realidad, la ansiedad y los conflictos son en gran parte producto de las instituciones que, siendo hechas por el hombre, están sujetas a cambios. En las palabras de Harry Stack Sullivan, el orden social actual actúa de manera destructiva en los seres humanos, "no sólo en que fija los límites dentro de los cuáles las relaciones entre personales del paciente pueden tener éxito", sino "cómo la fuente de donde sus problemas brotan, que son en sí mismos signos de dificultades en el orden social."21 Las conclusiones pertinentes para nuestro propósito es que los problemas de la personalidad de los ciegos no pueden ser colocados en la puerta de su defecto, o incluso de su frustración personal, sino que tienen su foco en la arena de las relaciones sociales y las instituciones. Una vez más, al rechazar la teoría de la propensión innata agresiva, estos post-Freudianos científicos sociales interpretan las actitudes de verdadero afecto, solidaridad, y compasión, cómo la expresión sana de los atributos humanos naturales. Se podría sugerir que, según esta formulación, el módem, el concepto de "ajuste" de extenderse a los ciegos no significaría su conformidad a las circunstancias externas e inmutables, sino más bien al ajuste y arreglo de las condiciones sociales y actitudes en estrecha armonía con las necesidades físicas establecidas de los ciegos. 
Con esto volvemos a la tesis de Cutsforth de los "ciegos neuróticos." La tesis que niega la posibilidad de modificar las actitudes sociales y echa la culpa de la inadaptación de lleno a los ciegos. No se ganaría nada, por supuesto, al rechazar estas afirmaciones por "motivos morales" o sentimentales. Ellos hacen su reclamación sobre una base científica: la única prueba pertinente es si son sostenidas por la evidencia científica. Y a la vez puede decirse que los argumentos principales de la teoría Cutsforth no son compatibles con los datos recopilados por los psicólogos de investigación y los científicos sociales. Su afirmación de que las respuestas internas a la ceguera son reducibles a los dos mecanismos de compensación compulsiva, y el retiro histérico, es cuestionable en varios aspectos. Hans von Hentig22 ha señalado que el hábito suelto de referirse a la "agresión" y de "retirada" cómo las principales reacciones a la discapacidad "es por supuesto una simplificación. Hay muchas respuestas intermedias." Y toma nota, especialmente de lo que muchos en la reunión de hoy hace tiempo que descubrieron por sí mismos, que "no es una cuestión de actitud de hecho, teniendo la discapacidad que es, [cómo] la pobreza, el hambre, la mala suerte y el descuido, sin hacer la burla de la discapacidad, sin embargo, no haciendo hincapié, intentar en vano y dolorosamente hacer caso omiso de la enfermedad. " Otra observadora, Vita Stein Sommers, ha descubierto después de un estudio intensivo de los adolescentes ciegos que sus sujetos "muestran una gran variedad de conductas adaptativas. Algunos mostraron mecanismo de ajuste que sirvieron para reducir la tensión emocional y la tensión, y contribuyeron a la solución de sus conflictos mentales. Ningún daño aparente a su desarrollo de la personalidad se indicó."23 Sommers encontró no menos de cinco tipos principales de respuesta a la ceguera, y, en refutación directa del Doctor Cutsforth, concluyó que la más satisfactoria era la de la compensación. "Los casos", escribe, "apoyan la creencia de muchos psicólogos de que la compensación es la forma más saludable de ajuste, resultando frecuentemente en formas superiores de realización."24 Esta conclusión coincide con la convicción de los psicólogos influenciados por las enseñanzas de Adler , que sostuvo que "por el valor y el entrenamiento, la discapacidad puede ser tan compensada que ella incluso se vuelve en grandes habilidades. Cuándo correctamente encontrada, una discapacidad se convierte en un estímulo que nos impulsa hacia un mayor progreso."25 Una encuesta reciente de la investigación en el ámbito de la discapacidad ha informado que los Adlerianos "encuentran que tanto el comportamiento y las actitudes compensatorias inferiores ocurren en personas con discapacidad física, pero que no son de ocurrencia universal. Algunos investigadores", continúa el reportaje, "cuestionan si estos síntomas son más frecuentes que en la población general."26 De todo ello se puede concluir, en referencia a la tesis Cutsforth, que no sólo aparecen muchas otras respuestas a la ceguera que las de la compensación, y el retiro, sino que la compensación en sí, un ambiguo y poco entendido fenómeno, por lo general tiene un parecido a una forma de comportamiento positivo, y adaptativo, en lugar de una forma de comportamiento neurótico. 
En cuánto a la afirmación de que las condiciones impuestas por la ceguera conducen necesariamente a la alteración de la personalidad, la evidencia disponible apunta con fuerza en la dirección opuesta. Un psicólogo Europeo, que ha dedicado especial atención al problema de la discapacidad física declara que "incluso las más graves de las discapacidades físicas no se traducen necesariamente en una personalidad distorsionada. Aunque a menudo hay factores en el ambiente de la persona lisiada, que tienden a producir una distorsión, operan otros factores, al mismo tiempo para reducir la probabilidad de su ocurrencia."27 Una vez más, un estudio de tiempos de guerra basado en el examen neuropsiquiátrico de 150 soldados ciegos, encontró que" los trastornos emocionales no siempre, ni necesariamente se producen, y que el soldado con estructura de personalidad sana, libre de pre-rasgos neuróticos o psicópatas existentes, es plenamente capaz de hacer un ajuste emocional adecuado a su discapacidad proporcionando la orientación adecuada y servicios de rehabilitación que están disponibles. Los autores concluyen que la ceguera, cómo el estrés mental, no parecen ser capaces , por sí mismos, de producir anormales reacciones mentales o emocionales."28 
La afirmación del Doctor Cutsforth, de que "está esquivando la cuestión de echarle la culpa a las actitudes sociales", y que estos son de algún modo fuera de los límites a los investigadores, recibe incluso la absolución de los resultados de la investigación de los psicólogos y científicos sociales que trabajan con los discapacitados. En cambio, hay acuerdo general en que, en palabras de Lee Myerson, "el problema de ajuste a la discapacidad física es tanto o más un problema de la mayoría no discapacitada, que lo es de la minoría con discapacidad";29 y, a diferencia del Doctor Cutsforth, los datos indican de manera uniforme, la viabilidad, así cómo la necesidad de cambiar las actitudes de padres de familia, profesores, empleadores, y la comunidad en general. Algunos estudiantes, cómo Roger Barker, ponen de relieve la similitud entre el "estado de la minoría" de los ciegos, y la de los subgrupos raciales y religiosos, y sugieren que las soluciones encontradas a los problemas de los prejuicios en general, a través de medios tales como la educación, la psicología, la propaganda , el aprendizaje y la política, pueden ser igualmente aplicables a la discapacidad física.30 Un espacio de opinión de primordial importancia, por supuesto, es el ambiente del hogar. Sommers, entre otros, afirma que "las actitudes de los padres de familia, y las acciones constituyen los factores más significativos en el establecimiento de hábitos fundamentales de los niños ciegos." Pero, ya que los padres de familia reflejan las actitudes de la comunidad, ella concluye que "nuestra principal preocupación en enfrentar los problemas de desarrollo de la personalidad de tal individuo debe ser un esfuerzo para dar forma a las reacciones de su ambiente .... El entrenamiento de los discapacitados, y la educación de aquellos con los que se asocia más estrechamente, y la sociedad en general, debe tener lugar simultáneamente."31 Sus palabras finales son especialmente dignas de cita: "El resultado final dependerá de la medida en que el hogar, la escuela, la comunidad, y la sociedad en general, coordinen y dirijan sus esfuerzos a dar [al niño ciego] comprención y apoyo, pero no lástima indebida, fomentando independencia e iniciativa, y le ayuda a alcanzar el éxito y la felicidad cómo un miembro contribuyente del grupo familiar, y cómo un miembro adulto de la sociedad."32
En resumen, se puede decir que esta visión de la relación de la ceguera para el desarrollo de la personalidad, adoptada por la gran mayoría de los psicólogos y los trabajadores de la investigación con los ciegos, niega que cualquier patrón de personalidad única es invariablemente asociada con la ceguera, sosteniendo más bien que las respuestas individuales dependerán principalmente de dichos variables y modificables, los factores en el medio ambiente cómo las actitudes de los padres de familia, y la comunidad. Las implicaciones prácticas de esta explicación más "optimista" se encuentran definitivamente en la dirección de promover la modificación de las actitudes del público, y las relaciones hacia los ciegos, y de los programas dirigidos a fomentar la mayor participación de todos en torno de los ciegos en la sociedad. El gran objetivo de la comprensión del público, en primer lugar, entre los siete objetivos de la organización, surge a la luz de esta evidencia empírica no sólo necesaria, sino eminentemente factible, y con ella, la supresión de los estereotipos falsos y el establecimiento de nuestra normalidad. Los diferentes programas específicos de la educación y la legislación, de rehabilitación y seguro social, son igualmente el apoyo de estos resultados cómo medios indispensables hacia el logro de los fines que nos hemos fijado para nosotros mismos, los fines de la plena igualdad de oportunidades ilimitadas y de la integración total. 
Esta, entonces, es la evidencia científica que subyace en la creciente estructura de los programas y servicios de apoyo de la Federación Nacional de Ciegos. Esta es la evidencia de que finalmente, da a la mentira de los conceptos anticuados de la inferioridad, y la discapacidad que han rodeado a los ciegos desde los primeros tiempos. Y es esta evidencia que refuta la tesis reaccionaria del "ciego neurótico", y su corolario del "público neurótico", ya que afirma que no hay nada en la psicología de los ciegos que los asigna equivocadamente al papél de compañeros igualitarios con los videntes, y que no hay nada en la psicología de la visión del futuro que impida el reconocimiento de esta demanda. Por supuesto, sería prematuro, cómo en cuestiones científicas siempre lo es, es prematuro afirmar que, o bien los conocimientos actuales son completos, o que la consecución de la integración se deriva automáticamente de su publicación. Pero no es demasiado, o demasiado pronto para declarar, con toda la convicción en nuestro poder, que los ciegos son capaces de cumplir con el destino igualitario que se han asignado a sí mismos, y que la sociedad es capaz de darles la bienvenida.

NOTAS A PIE DE PÁGINA

1. Ceguera: Enfóques Modernos al Ambiente No Visto, Paul A. Zahl, ed. (Prensa de la Universidad de Princeton, 1950)

2. Véase Rudolf A. Dreikurs, "La Dinámica Social, Psicológica de la Discapacidad Física." Diario de Asuntos Sociales, Volúmen. 4, Número 4 (1948), p. 42

3. Op. cit. supra nota 1, pp. 176-177

4. Id. at p. 176

5. Id. at p. 179

6. Ibid

7. Ibid

8. Id. at p. 183

9. Id. at p. 179

10. Hector Chevigny y Sydell Braverman, El Ajuste de los Ciegos (New Haven: Prensa de la Universidad de Yale, 1950)

11. Id. at p. 148

12. Id. at p. 149

13. Citado en Joseph Jastrow, Freud: Sus Teorías del Sueño y del Sexo (Cleveland: Publicación de la Compañía Mundial, World Publishing Co., 1932), p. 290

14. Erich Fromm, Escape de la Libertad (Nueva York: Norton Co., 1941), p. 294

15. Sigmund Freud, La Civilización y Sus Descontentos (Prensa de Londres, London: Hogarth Press, 1946), p. 102

16. Citado en Jastrow, op. cit. supra nota 13, p.290

17. Citado en Franz Alexander, Fundamentos del Sicoanálisis (Nueva York: Norton Co., 1948) p. 323

18. Karen Horney, La Neurosis y el Crecimiento Humano (Nueva York: Norton Co., 1950), p. 377

19. Freud, op. cit. supra nota 15, p. 86

20. Clara Thompson, 

Sicoanálisis: Su Evolución y Desarrollo (Nueva York: Hermitage, 1950), p. 140

21. H. S. Sullivan, Conceptos de la Psiquiatría Moderna (Washington, D.C.: William Alanson White de la Fundación Psiquiátrica, 1947), p. 87
22. Hans von Hentig, "Discapacidad Física, Conflicto mental y Crisis Social," Diario de Asuntos Sociales, Volúmen 4, Número 4 (1948), p. 27

23. Vita Stein Sommers, La Influencia de los Padres de Familia, y las Actitudes, el Ambiente Social en el Desarrollo de la Personalidad Del Adolescente Ciego (Nueva York: Fundación Americana para Ciegos, 1944). p. 65

24. Ibid.

25. Alfred Adler, Problemas de la Neurosis (Nueva York: Cosmopolitan Book Company, 1930), p. 44

26. R. G. Barker, Beatrice A. Wright, y Mollie Gonick, "El Ajuste en la Discapacidad, Y la Enfermedad Física" (Nueva York: El Consejo de Investigación de las Ciencias Sociales, Boletín 55, 1946), p. 84

27. Id. at p. 85

28. B. L. Diamond and A. Ross, "Ajuste Emocional de Soldados Nuevos Cegados,"," Diario Americano de la Psiquiatría, (1945), volúmen 102, pp. 367-371

29. Lee Myerson, "Discapacidad Física cómo Problema Psicológico Social," Diario de Asuntos Sociales, Volúmen 4, Número 4, (1948), p. 6

30. Roger G. Barker, "La Psicología Social de la Discapacidad Física,"," Id. at p. 31

31. Sommers, op. cit. supra nota 23 p. 104. Véase también Stella E. Plants, "La Gente Ciega Son Individuos," La Familia, Volúmen 24, Número 1 (Marzo, 1943), pp. 8, 16

32. Sommers, Id. at p. 106
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