[Nfbespanol-talk] Pensé Que Estaba Orientada, Pero Me Equivoqué

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Sat Dec 17 18:46:14 UTC 2011


Braille Monitor

Volumen 54, Número 11

Diciembre, 2011

Gary Wunder, Redactor

 

Pensé  Que Estaba Orientada, Pero Me Equivoqué
Mi Odisea de Entrenamiento en Orientación y Movilidad
por Mary A. Tozzo

Nota del redactor: Los miembros de la Federación Nacional de Ciegos tenemos un justificado orgullo en nuestros centros de entrenamiento de adultos en Ruston, Louisiana; Denver, Colorado; y Minneapolis, Minnesota, así como el creciente número de las instalaciones en otros estados que han adoptado de una forma u otra nuestros métodos, y la filosofía subyacente de altas expectativas, y la auto-confianza. Reconocemos, sin embargo, que dichos centros no van a ser capaces de entrenar a todos los adultos ciegos. Muchas personas optarán, necesariamente, por selecciones tradicionales de rehabilitación. La mayoría de estas personas se inscribirán en las instalaciones que cuentan con profesionales dedicados con una amplia gama de habilidades y actitudes que se basan en su compromiso con un entrenamiento eficaz. Muchos Federacionistas no han estado satisfechos con la calidad de rehabilitación que recibieron en esas instalaciones, pero, es importante recordar, que el entrenamiento efectivo, depende siempre, de bastante determinación de los estudiantes. Recibimos la siguiente autobiografía parcial de una graduada de un programa de entrenamiento que, en la medida que sabemos, no ha sido influenciada por nuestra filosofía y nuestros métodos. Hacemos su publicación, ya que demuestra la buena noticia de que instructores de movilidad están comprometidos a inculcar independencia, y pueden lograr éxito en el entrenamiento de estudiantes en cualquier lugar. Este es, en sus propias palabras, el relato de Mary Tozzo:

Desde que era pequeña, sabía que había un problema visual. Mientras que otros niños jugaban afuera en la noche sin tener en cuenta la ocultada del sol, yo temía el crepúsculo, ya que me sumía en la oscuridad total. No hasta más de una década y media más tarde, me enteré de la causa de mi situación visual. Cuando estaba en el cuarto año de escuela secundaria, me diagnosticaron como legalmente ciega, debido a retinitis pigmentosa. Hasta ese momento, los médicos le habían estado diciendo a mis padres que no pasaba nada con mi vista, e insistiendo en que yo estaba tratando de llamar la atención. Le aconsejaron a mis padres que, si ignoraban mi comportamiento, aquello pasaría. Esta declaración resultó ser nada más que un cruel diagnóstico erróneo, puesto que, en realidad, me estaba quedando ciega. (El médico que diagnosticó la retinitis pigmentosa, posteriormente me informó de que todos los síntomas de los libros de texto de la retinitis pigmentosa aparecieron en mi carta, así como mis quejas durante toda mi infancia.)



Me encontré con que, finalmente, el tener un diagnóstico real, aunque con retraso, fué reconfortante. Aunque no existe cura o tratamiento para mi enfermedad, era psicológicamente reconfortante saber que se había producido de hecho una causa legítima de mis dificultades visuales. Uno de los primeros síntomas de retinitis pigmentosa es la ceguera nocturna, que yo había estado experimentando desde la infancia. La retinitis pigmentosa provoca la pérdida progresiva de la vista. En el momento del diagnóstico, se predijo que iba a ser totalmente ciega en algún momento entre las edades de treinta y cincuenta. Me disuadieron de seguir una carrera en enfermería, debido a que los médicos creían que no tenía suficiente agudeza visual para ser capaz de mantenerme al día con las lecturas requeridas o la prestación de atención directa al paciente. Me aconsejaron que fuera secretaria, y que estuviera contenta con los pocos años en los que sería capaz de trabajar. Estaba totalmente hechando humo sobre mi situación durante algunas semanas, y decidí que iba a ir al colegio de enfermería de todos modos. ¿Qué sería lo peor que podría pasar? Que fracasaría y que tendría que hacer otra elección de carrera. Con éxito me gradué con una licenciatura, y proporcioné el cuidado directo al paciente por más de dos décadas. Durante esos años, había avanzado mi carrera para convertirme en una enfermera médica quirúrgica certificada, y una enfermera oncóloga certificada, y una educadora certificada en la diabetes. A medida que mi agudeza visual se redujo, regresé al colegio, y obtuve una maestría en enfermería. No creo que los médicos podrían haber previsto nada de eso.



Con los años, había estado haciendo mi mejor esfuerzo para adaptarme a mi deterioro visual por mi cuenta. Aprendí a hacer las necesarias adaptaciones, y encontrar maneras de compensar para que pudiera vivir una vida razonablemente normal. Había estado trabajando a tiempo completo, y tenía planeado seguir haciéndolo durante el tiempo que fuera posible. Había pasado de ser una enfermera de personal, a una enfermera a cargo de dar de alta, y finalmente, a una educadora de enfermería clínica. Hace poco me dejaron ir de mi trabajo debido a mi deterioro visual (que es una saga en sí misma). En una tentativa de obtener un empleo una vez más, busqué la ayuda de la División de Servicios para Ciegos, Division of Blind Services, (DBS), de la agencia estatal que sirve a los ciegos en la Florída. DBS me refirió al Miami Lighthouse for the Blind para entrenamiento de la rehabilitación vocacional. Parte de ese entrenamiento incluye orientación y movilidad (O&M), que ha sido una verdadera experiencia en abrirme los ojos.



Fuí asignada a un especialista de orientación y movilidad extremadamente amable, con el nombre de John Clapp. (Supuse que todos los especialistas de orientación y movilidad, O&M, deben ser extraordinarios al haber elegido esta profesión.) Mi primer reto era superar mis prejuicios personales sobre el uso de un bastón blanco. Siempre pensé que el uso de un bastón de movilidad  me etiquetaría como discapacitada. También tenía el temor de que el bastón blanco me identificaría como un objetivo para los que eligen el crimen como su ocupación (después de todo, vivo en la gran ciudad).
Al principio, sólo accedí a entrenarme con un bastón, ya que era parte de orientación y movilidad, O&M, y la orientación y movilidad, O&M, se requiere para solicitar un perro guía, que actualmente estoy en proceso de hacer.



Finalmente, me di cuenta de que, me había etiquetado a mí misma, y que, en lugar de que el bastón me limitara, me brindaba más libertad. Me pareció que me permitía explorar nuevas rutas y destinos con menos aprehensión, debido a que era capaz de anticiparme a lo que estaba en mi camino. Fué una nueva experiencia caminar por un pasillo que era una trampa con letreros de un piso mojado, sin dejar un rastro de letreros caídos en mi camino. Al utilizar mi bastón, También he salido a reuniones tales como a la del grupo de reuniones de apoyo de la retinitis pigmentosa, y a reuniones de la Federación Nacional de Ciegos, por mi cuenta en la noche, algo que nunca hubiera hecho antes. Otros también han tenido que adaptarse a mi uso del bastón. No todo el mundo se siente cómodo siendo visto con alguien blandiendo un bastón blanco. Mi nueva actitud es que, si no pueden arreglárselas, no son amigos míos.



Mi próximo reto implicó aprender los puntos cardinales de orientación, norte, sur, este y oeste. Ya que nunca había conducido un vehículo de motor, no ví mucha necesidad de estar al tanto a que dirección estaba viajando. Siempre he sostenido que soy direccionalmente retada, y nunca había visto la necesidad de superar este déficit. Cuando investigué la palabra "orientación" en el Internet, el dictionary.net lo definió como ser "ajustado, o ubicado en relación con el entorno o las circunstancias." Siempre había supuesto que estaba orientada lo suficiente, pero me di cuenta de que estaba equivocada. La definición indicada se aplica a mí de dos maneras. si bien, el llegar a un acuerdo con mi disminución visual requiere un ajuste a mis circunstancias, el estar consciente de mi colocación direccional era crucial para poder orientarme en el territorio desconocido. En la Orientación y Mobilidad, O&M, a medida que iba dominando el uso del bastón, se requería, repetidamente, desplazarme por el segundo piso del Lighthouse, mientras que con los ojos vendados. Mi objetivo era ser capaz de trazar el diseño, y el Estado de en cual dirección había estado viajando en cada tramo de la ruta. No podía creer lo satisfactorio que fué el finalmente dominar esta tarea.



Mi entrenamiento fué trasladado al aire libre. El Lighthouse for the Blind está situado en un barrio con el que no estaba familiarizada, por lo que, primero tenía que encontrar la forma de imaginarme donde estaba en relación con las calles circundantes.
A pesar del número de veces que John repitió los nombres numéricos de las calles de los alrededores, las avenidas, y las Terraces, me resultaron difíciles de recordar. Finalmente me dí cuenta de que, a pesar de mi falta de vista, verdaderamente útil, era, de hecho, una estudiante visual. John me dijo que había aprendido de mi experiencia que tenía que averiguar el método de aprendizaje de cada alumno, considerando cual sería la mejor manera de que funcione, ya que había estado bajo la impresión de que yo sería capaz de visualizar mentalmente lo que me rodeaba, debido a que muchos estudiantes lo habían hecho en el pasado.



Pedí un mapa de la vecindad circundante, con el Lighthouse designado como el punto de referencia central. Utilizando una pluma 20/20, John había creado un mapa que satisfizo mis necesidades. Una vez que tuve esta herramienta, fuí capaz de visualizar en qué dirección viajaba, y podía planear por anticipado mi curso. Luego, procedí a practicar la ubicación de direcciones. Por lo general, tenía prevista mi ruta con mi mapa confiable en mano, y tuve éxito en la localización de destinos deseados. Entonces, había practicado la planificación de rutas alternas, tanto de ida y regreso de las direcciones designadas. Una vez que fuí capaz de orientarme en cuanto a la dirección en la que las calles iban en aumento o disminución en el número, pues (Miami en general está establecido en un patrón de cuadriculado), entonces, rápidamente logré una nueva asignación de rutas.



Otra de las tareas involucradas en volver a aprender a pasar las calles. Hasta este punto, a pesar de mi deterioro visual, continué pasando las calles sin entrenamiento especial. Traté de pasar la calle en las esquinas con semáforo cada vez que era posible, para disminuir el riesgo. Lamentablemente, en algunas esquinas, el semáforo hace poco para minimizar ese riesgo. Estoy segura de que muchas personas con discapacidad visual pueden identificar los retos que enfrenté al intentar pasar una calle.
Uno de los retos consiste en la ley de giro a la derecha sobre rojo. Los conductores se supone que deben llegar a una parada completa antes de tomar una curva. No sólo muchos conductores no se detienen, ni siquiera para reducir la velocidad, sino que otros corren por las esquinas, cortándolos cuando dan la vuelta. Esto hace que sea difícil para los peatones encontrar un lugar para esperar con seguridad cuando intentan pasar.



Yo estaba horrorizada al saber que, no sólo son muchos conductores los que desconocen la Ley del Bastón Blanco (que establece que un conductor no puede acercarse a un paso de los peatones, o a cualquier otro cruce de peatones, sin tomar todas las medidas o precauciones necesarias para evitar accidentes o lesiones a un peatón ciego que lleva un bastón blanco, o utiliza un perro guía), pero los jueces no son conscientes de la ley tampoco. En La Orientación y Mobilidad, O&M, se me enseñó la forma de evaluar los patrones de tráfico, y juzgar cuando se es seguro pasar con y sin semáforo. Otros estudiantes bromeaban conmigo porque yo tendía a oscilar mi bastón en un amplio arco para pasar la calle. Dije en broma que, si cualquier conductor se atreve a acercarse demasiado a mí, el resultado sería un faro demolido, ya que muchos conductores traspasan en el designado cruce de peatones, y que ellos, serían los únicos culpables.



Originalmente, había rehuido viajar en el autobús, o utilizar el transporte público, debido a que había tenido experiencias negativas en el pasado. Me habían regañado por pisar accidentalmente el pie de alguien por error, o por casi sentarme en la rodilla de alguien cuando no podía determinar que había un asiento que ya estaba ocupado. Estuve de acuerdo en tratar de montar el transporte público como parte de mi entrenamiento de Orientación y Mobilidad, O&M. Subir al autobús por primera vez en más de una década (y con menos vista que en el pasado) era espantoso. Me hizo sentir como una pequeñita que dejaron sola en medio del Grand Central Station. Por supuesto que sabía que John estaba al final no muy lejos, para asegurarse de que yo estaba a salvo, pero fué angustioso, no obstante.



Me sorprendí al encontrar que la mayoría de los conductores de autobuses son ahora más amables y gentiles, y dispuestos a proporcionar la información necesaria. Ellos están preparados para ayudar a encontrar un asiento (aunque ahora sé la forma de evaluar la ubicación de un asiento vacío con mi bastón) y anunciar las deseadas paradas si así lo solicito. También encontré que mucha de la población en general, está dispuesta a ofrecer ayuda también. Mientras que he estado explorando con mi bastón, mucha gente ha ofrecido consejos, notificándome cuando consideran que es seguro pasar una calle, o pasar una entrada. Otros han preguntado sobre mi destino, dispuestos a acompañarme si es necesario. Entonces, he tenido que resistir la tentación de decir, "¿Pedií ayuda?" En estas situaciones me recuerdo, que están tratando de ser útiles. Mi respuesta es un simple "Gracias, estoy bien".



Como parte del entrenamiento de mi Orientación y Mobilidad, O&M, recientemente me monté en el sistema de transporte, Metrorail, Sistema de tránsito rápido de Miami. Mi primera tarea consistió en localizar la pista, de la cual, mi tren partía. No había podido encontrar a un empleado para pedir ayuda, así que, había escaneado a la multitud para localizar una cara amistosa, o por lo menos no amenazante. finalmente le pregunté a un joven, donde podía esperar, y él me acompañó a la plataforma correcta. Entonces, después desapareció. Cuando el tren se detuvo, el mismo caballero volvió a aparecer y me acompañó al tren, y a un asiento. Cuando llegué a mi parada, de nuevo volvió a aparecer para asegurarse de que desembarqué sin problemas. He encontrado que la bondad de este extraño me tocó. Todavía no sé si me atrevo a aventurarme a viajar en los carriles sola, pero es bueno saber que podría hacerlo si es necesario.



El entrenamiento en orientación y movilidad ha enriquecido mi mundo de muchas maneras, que nunca soñé, pudieran ser posibles. El uso del bastón también me ha conducido a una mayor libertad y movilidad. Mi próximo reto será el entrenamiento con un perro guía, espero, otra aventura que considero que abrirá nuevas oportunidades de crecimiento. Agradezco que fuí bendecida al conocer a todos mis instructores en el Miami Lighthouse  for the Blind. Son realmente capaces de enseñar a alguien que tiene una discapacidad visual de cómo hacer de todo menos conducir un automóvil. Sólo tiene que estar dispuesto a intentarlo.
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