[Nfbespanol-talk] Una Vela en el Bosque

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Tue Dec 1 11:11:45 UTC 2009


Braille Monitor

Edición de Diciembre del 2000

 

Una Vela en el Bosque

por Temple Bailey

 

PHOTO: El Doctor Jernigan se sienta a leer cerca del fuego, en la Navidad, en el Salón Harbor del Centro Nacional para Ciegos. Varias personas se pueden ver escuchándolo.

 http://nfb.org/legacy/bm/bm00/bm0012/IMAGES/bm001207.jpg

Del Presidente Maurer: El Doctor Kenneth Jernigan, que fué Presidente de la Federación Nacional de Ciegos desde 1968, y que sirvió como líder del movimiento por casi medio siglo, deseó siempre lo mejor para sí mismo, para los ciegos, y para sus amigos. Al construír el Centro Nacional para ciegos, quiso hacerlo bien la primera vez. Su noción era pasar un poco de tiempo y gastar dinero adicional en las etapas iniciales, de modo que lo que fuera construido durára. Su plan era conseguir lo mejor, y entonces preservarlo y protegerlo.

A pesar de este estado de ánimo de su mente (o quizás, porque creyó en buscar lo que era de valor verdadero, y de sustancia), el Doctor Jernigan tenía simplicidad en su corazón. Disfrutaba de una comida suntuosa, pero también estába perfectamente satisfecho con un molde de ornear de pan de maíz calientito, y un vaso de suero de leche, alimento honesto, directo, delicioso. No era un hombre sencillo, sino que era directo y modesto. Le gustába lo que era sano dondequiera, siempre que lo encontraba.

Este rasgo hizo que el Doctor Jernigan disfrutára de la época de la Navidad, y los relatos que la rodean. Él gravó varios de ellos. Uno de éstos se titula "La Vela en el Bosque," por Temple Bailey, ¿188? a 1953. El cuento es cómo el Doctor Jernigan, sencillo, modesto, querido. Aquí, pues a medida que entramos en la época de la Navidad, aquí está uno de los cuentos preferidos del Doctor Jernigan:

                                                            La madre de la Pequeña Niña decía, "Las cebollas serán de plata, y las zanahorias serán oro,"

            "Y las patatas serán de marfil," dijo la Pequeña Niña, y se rieron juntas.

            La madre de la Pequeña Niña tenía un tazón blanco grande en su rodilla, y cortaba verduras. Las cebollas eran las más difíciles porque uno llora un poco por ellas.

            "Pero nuestras lágrimas serán perlas," dijo la madre de la Pequeña , y se rieron de eso, y se secaron los ojos, y ayaron que las zanahorias eran mucho más fáciles, y las patatas las más fáciles de todas.

            Entonces la vecina de al lado entró y dijo, "¿Qué están haciendo?"

            "Estamos haciendo una empanada de filete para nuestra cena de la Navidad," dijo la madre de la Pequeña  Niña.

            "Y las cebollas son de plata, y las zanahorias oro, y las patatas marfil," dijo la Pequeña.

            "Estoy segura de que no sé de lo que estáis hablando," dijo la vecina de al lado. "Nosotros vamos a comer pavo para la Navidad, y ostras, y arándanos y apio." La Pequeña Niña se rió y aplaudió con sus manos.

            "Pero nosotros vamos a comer una empanada Navideña,--y las cebollas son de plata y las zanahorias oro."

            "Ya dijiste eso una vez," dijo la vecina de al lado, "y debo pensar que sabes que no hay tal cosa."

            "Pero los son," dijo la Pequeña, con ojos brillantes y mejillas sonrosadas.
."

            "Vé afuera, querida," dijo la madre de la Pequeña, "y busca al pobre Gatito que Anda Ronroneando. Él está afuera en el frío; y tu puedes ponerte tu suéter rojo y tu gorra roja."

            Así que, la Pequeña se fué saltando cómo un petirrojo feliz, y la vecina de al lado dijo, "Ella es bastante grande cómo para saber que las cebollas no son de plata."

            "Pero lo son," dijo la madre de la Pequeña"y las zanahorias son oro y las patatas son--"

            La cara de la vecina de al lado estaba llameante. "Si dices eso otra vez, grito. Suena tonto para mí."

            "Pero no es tonto en lo más mínimo," dijo la madre de la Pequeña, y sus ojos eran tan azules cómo los zafiros y tan claros cómo el mar," "esto es sensato. Cuándo la gente es pobre, tiene que disfrutar las pequeñas cosas todo lo que pueda. Y tendremos solamente una libra de filete en nuestra empanada, pero las cebollas serán de plata--"

            Los labios de la vecina de al lado se doblaron en una línea fina. "Si hubieras actuado como una criatura sensata, no te habría tenido que pedir el alquiler."

            La madre de la Pequeña se quedó silenciosa por un momento; y entonces dijo: "Lo lamento, pero debe ser sensato disfrutar de las cosas."

            "Pues bien," dijo la vecina de al lado, sentáda en una silla manteniendo su espalda muy rígida, "una empanada de filete es una empanada de filete. Y no le enseñaría a una niña a llamarlo de otra manera."

            "No le estoy enseñando a llamarlo de otra manera. Intentaba solamente hacer que tuviera la sensación de que era algo elegante y espléndido para el día de la Navidad, así que le dije que las cebollas eran de plata--"

            "No digas eso otra vez," dijo bruscamente la vecina de al lado, "y quiero el  dinero del alquiler cuanto antes." Con eso ella hizo un movimiento brusco con su cabeza, y marchó fuera por la puerta principal que se cerró con un portazo detrás de ella, e hizo ecos salvajes en la pequeña casa.

            Y la madre de la Pequeña Niña se quedó allí sola en medio del piso, y sus ojos eran cómo el mar en una tormenta. Pero la puerta se abrió en ese momento, y la Pequeña Niña, pareciéndose a un petirrojo rojo, saltó adentro. Y la Pequeña dijo por las cosas que había estado pensando, "Madre, ¿porqué no comemos pavo?"

            La mirada clara volvió a los ojos de la madre de la Pequeña, y ella dijo, "porque nos contentamos."

            Y la Pequeña dijo, "¿Y qué es `contentarse`?"

            Y su madre dijo, "Contentarnos con lo que nos da dios. Y para nosotros lo mejor para el día de Navidad, querida, es un pastél filete." Entonces besó a la pequeña, y acabaron de pelar las verduras, y entonces las pusieron con la libra de filete para hervir a fuego lento en la parte posterior de la estufa. Después de eso, la pequeña cenó su cena de pan y leche, y el Gatito-Ronroneando comía la leche en un platillo en la chimenéa, y la Pequeña se subió arriba en el regazo de su madre. "Cuéntame un cuento."

            Pero la madre de la Pequeña dijo, "¿No sería más agradable hablar de regalos de Navidad?"

            Y la Pequeña se incorporó y dijo, "Hagámoslo."

            Y la madre dijo, "Contémonos la una a la otra, en vez, lo qué nos apetece tener en el mundo entero--"

            "Oh, hagámoslo." dijo la pequeña. "Y te digo primero que me apetece una muñeca, y me apetece que tuviera un vestido Rosado, y me apetece que tuviera ojos que se abren y se cierran, y me apetece que tuviera zapatos y medias, y me apetece que tuviera el cabello rizado. Tuvo que parar porque no le quedába más respiración en su cuerpo, y cuándo recobró la respiración otra vez, dijo, "¿Ahora, qué te apetece, madre, más que todo lo demás en todo el mundo?"

            " "Pues bien," dijo su madre, "Me apetece un ratón de chocolate."

            "Oh," dijo la Pequeña, "No pienso que te apetece eso."

            "¿Por qué no?"

            "Porqué-pues, un ratón de chocolate, un ratón de chocolate no es nada."

            "Oh, sí, sí lo es," dijo la madre de la Pequeña."Un ratón de chocolate es `Hickory Dickory Dock; y `Gatito, Gatito, Donde te Haz Metído; son `Tres Ratones Ciegos; y es `Una Rana que acorteja. y es--"

            Los ojos de la PequeñaNiña le bailaban. "Oh, díme sobre ello."

            Y su madre dijo, "Pues bien, el ratón en Hickory Dickory Dock bailó encima del reloj, y el ratón En `Gatito, Gatito estaba asustado debajo de la silla, y los Ratones en `Tres Ratones Ciegos Bailaron y bailaron para la esposa del granjero, y el ratón en `Una rana que acorteja, fué a parar en la garganta del cuervo--"

            Y la Pequeña dijo, "¿Puede un ratón de chocolate hacer todo eso?"

            "Pues bien," dijo la madre de la Pequeña, "podríamos ponerlo en el reloj, y debajo de una silla, y cortar su cola con un cuchillo tallado, y por último podríamos comerlo cómo el cuervo."

            "¿Y no sería un ratón verdadero?"

            "No, solo uno de chocolate con crema adentro."

            "¿Piensas que recibiré uno para la Navidad?"

            "no estoy segura." La madre de la Pequeña vaciló, y después dijo la verdad, "Querida, Mamá ahorró el dinero para una muñeca pero la vecina de al lado quiere el alquiler."

            "¿y Papá no tiene más dinero?"

            "El pobre Papá ha estado durante tanto tiempo enfermo."

            "Pero ahora está bien."

            "Lo sé." Pero él tiene que pagar el dinero a los doctores para la medicina, y dinero para tu suéter rojo, y dinero para la leche del Gatito Que-Ronronea, y dinero para nuestra empanada de filete."

            "El Niño de al Lado dice que somos pobres, Madre."

            "Somos ricos, querida. Tenemos amor y nos tenemos a nosotros, y al Gatito Que-Ronronea--"

            "Su madre no lo deja tener un gato," dijo la Pequeña, todavía pensando en el Niño de al lado, "Pero va a tener un radio."

            "¿Preferirías tener un radio en vez del Gatito Que-Ronronea?

            "La Pequeña dio un grito Vehemente. "Prefiero tener al Gatito-Que-Ronronea, que todo lo demás en el mundo entero." En eso, el gran gato, que había estado sentado en la chimenéa con sus patas remetidas debajo de él, y sus ojos cómo las lunas, se estiró en su longitud satinada-brillante y saltó sobre el brazo de la silla al lado de la Pequeña, y de su madre, y comenzó a cantar una canción que era cómo una-rueda de Molino bien lejos. Él ronroneó por tan largo tiempo, y tan ruidosamente que por último la Pequeña creció soñolienta. "Díme más sobre el ratón de chocolate," dijo, y cabeceó y se durmió. la madre de la Pequeña la llevó a otro sitio, y la acostó, y volvió a la cocina que estába llena de sombras.

 Pero ella no se dejó sentarse entre ellas. Se envolvió en una gran capa y salió al anochecer frío. Había un barrido del viento, nubes pesadas arriba, y mostraba una franja anaranjada opaca detrás de los árboles donde el sol había quemado. Fué directamente de su pequeña casa a la casa grande de la vecina de al lado, y timbró en la entrada trasera. Una criada la dejó entrar en la cocina, y allí estába la vecina de al lado y las dos mujeres que trabajaban para ella, y una nuera que había venido a pasar la Navidad. La gran estufa brillaba intensamente, y cosas hervían a fuego lento, y cosas guisaban, y cosas cocían al vapor, y cosas cocían al horno, y cosas hervían, y cosas asaban, y había una fragancia de mil platillos deliciosos en el aire.

            Y la vecina de al lado dijo, "Estamos intentando hacer tanto como sea posible esta noche. Estamos teniendo doce personas para la cena de la Navidad de mañana." Y la nuera, que estába toda vestida elegante y tenía atado un delantal sobre ella, dijo en una voz severa, "No puedo comprender porqué no dejas que tus criadas trabajen para tí."

            Y la vecina de al lado dijo, " He trabajado siempre. No hay excusa para la flojera." Y la nuera dijo, "No soy floja, si eso es lo qué quieres decir. Y no cenaríamos nunca si tengo que cocinarlo," y salió fuera de la cocina con lágrimas de indignación en sus ojos.

            Y la vecina de al lado dijo, "Si no se hubiera ido cuándo lo hizo, hubiéra díchole que se fuera," y había indignación en sus ojos, pero ningunas lágrimas. Sacó sus manos de la holla de las migas de pan, y la salvia que mezclaba para el relleno, y  dijo a la madre de la Pequeña Niña: " ¿Viníste a pagar el alquiler?"

            La madre de la Pequeña le dio el dinero, y la vecina de al lado fué arriba a escribir un recibo. Nadie le pidió a la madre de la Pequeña Niña que se Sentara, así que se colocó en medio del piso, y olió la fragancia tentadora, y miró la montaña de comida, que habría alimentado a su pequeña familia por un mes. Mientras que esperába, el Niño de al Lado vino adentro, y dijo, "¿Eres la madre de la Pequeña Niña?"

            "Sí."

   "¿Vas a tener un árbol?"?"

"Sí."
"¿Te apetece ver el mío?"
            "¡Sería maravilloso!" Así pues, la llevó por un pasaje largo a una gran sala, y allí había un árbol que tocába el techo, y en las ramas superiores mismas y en el resto de las ramas habían miríadas de pequeñas luces que brillaban como las estrellas, y habían bolas de oro, unas plateadas, rojas, azules, y bolas verdes, y debajo del árbol y en él estaban los juguetes para los niños, y los juguetes para las niñas, y uno de los juguetes era una muñeca ¡en un vestido rosado! En eso, el corazón de la madre de la Pequeña se apretó, y estaba contenta de que no era una ladrona, o habría arrebatado la muñeca rosada cuándo el niño no estába mirando, y la hubiera ocultado debajo de su capa, y hubiera salido corriendo con ella.

 

            El Niño de al lado decía: "Es el árbol más fino que cualquiera tiene alrededor de aquí. Pero mi Papá y mi Madre no saben que lo he visto."

"Oh, ¿No saben?" dijo la madre de la Pequeña. "Ahora bien, sabes, debo pensar, que la cosa más agradable en el mundo entero sería no haber visto el árbol."

            El Niño de al lado la miró fijamente y dijo, "¿Por qué?"

       "Porque la cosa más agradable del mundo sería tener a alguien que atara un pañuelo alrededor de tus ojos firmemente, tan firmemente, y después, tener a alguien que tome tu mano, y te llevára adentro y hacia fuera y adentro y hacia fuera, hasta que no supieras donde estás, y entonces hacer que te desaten el pañuelo, y allí estaría el árbol con todo el brillo en su esplendor." Ella paró, pero su voz de canto parecía repetir y re-eco en la gran sala.

            Los ojos del niño que la miraban fijamente tenían una nueva mirada en ellos. "¿Alguna persona ató un pañuelo sobre tus ojos?"

            "Oh, sí--"

            " ¿Y te llevaron adentro. y hacia fuera y adentro y hacia fuera?"

            " Si."

            "Pues bien, nadie hace cosas como esas en nuestra casa. Piensan que es una tontería."

            "¿Piensas que es una tontería?" preguntó la madre de la Pequeña.

            "No, yo no."

            Ella le dió su mano. " ¿Vendrás a ver nuestro árbol?"

            "¿Esta noche?"

            "No, temprano mañana por la mañana--."

            "¿Antes del desayuno?" Sí, Ella asintió. "Oh, me apetece eso." De modo que fué un pacto, con un apretón rápido de manos en ello.

            Entonces la madre de la Pequeña volvió a la cocina, y la vecina de al lado bajó con el recibo, y la madre de la Pequeña salió por la puerta de atrás, y encontró que la franja anaranjada que se había quemado en el horizonte ya no estába, y había solamente viento, y el suspiro de los árboles. Dos hombres la pasaron en la caminata de ladrillo que llevaba a la casa, y uno de los hombres dijo: "Si solamente fueras justo conmigo, padre."

            Y el otro hombre dijo, "Lo único que quieres de mí es dinero."

            "Tu me enseñáste eso, padre."

            "Héchame la culpa--"

Sus voces enojadas parecían batir contra el ruido del viento, y del suspiro de los árboles, de modo que la madre de la Pequeña tembló y arrimó su capa a su alrededor, y corrió tan rápidamente como pudo a su pequeña casa. Habían todas las sombras para encontrarla, pero ella no se sentó entre ellas. Hizo un plato con leche y tostada, y puso la tostada en el horno para mantenerla caliente, y entonces se colocó en la ventana para mirar. Por fín vio a través de la oscuridad lo qué parecía una estrella, baja, y sabía que la estrella era una linterna, y corrió y abrió la puerta de par en par. Y el marido joven puso la linterna abajo en el umbral, y la tomó en sus brazos y dijo, "Verte a tí es más que el alimento y la bebída."

            Cuándo dijo eso, ella sabía que él había tenido un día difícil, pero su corazón saltó porque sabía que lo qué le dijo era verdad. Entonces entraron a la casa juntos, y ella puso la comida ante él. Y para que puede que olvidára su día difícil, le contó del suyo. Y cuándo llegó a la parte sobre la Vecina de al Lado, y el alquiler, dijo, "Te estoy diciendo esto porque tiene un final feliz."

            Y él puso su mano sobre la de ella, y dijo, "Querida, todo contigo tiene un final feliz."

            "Pues  bien, esta es una conclusión feliz," dijo la madre de la Pequeña, con todo el zafiro en sus ojos que los acentuában. "Porque cuando pasé para pagar el alquiler, sentía lo pobres que éramos, deseando que tuviera una muñeca rosada para la bebé, y libros para tí, y--y--una alfombra mágica para llevarnos lejos del trabajo y de las preocupaciones. Y entonces entré en la cocina de la casa grande, y había todo lo delicioso, y después entré a la sala y vi el árbol--con todo colgando en él, y, este muy hermosamente brillaba, y entonces, volví a casa," su respiración era rápida y sus labios sonreían, "Volví a casa, y estaba contenta de que vivo en mi pequeña casa."

            "¿Qué te puso contenta, cariño?"

            "Porque el amor está aquí. Y el odio está allí, y el engaño de un niño , y la injusticia de un hombre. Se decían cosas severas el uno al otro--y--y su cena no será nada. Y en mi casa está la fé de una niña, por la bondad de Dios, y el valor de un hombre que luchó por su país--" Ella ahora, estaba en sus brazos.

            "Y la bendición de una mujer que nunca ha conocido la derrota." Su voz se entrecortó en las palabras. En ese momento parecía cómo si el viento parara de soplar, y cómo si los árboles pararan de suspirar, y cómo si hubiera el sonido de un anfitrión divino que cantaba. La madre de la Pequeña, y el padre de la Pequeña se quedaron sentados muy tarde esa noche. Hicieron un gran tazón de palomitas de maíz crujiente, y cómo la nieve, lo hicieron en bolas. Hirvieron el azúcar y la melaza, y abrieron nueces, e hicieron el caramelo de ellas.

            Cortaron pequeñas hadas divertidas de Navidad hechas de papél, y pintaron sus chaquetas de rojo brillante, con botones plateados redondos del papél de aluminio que vino en un queso crema. Y pusieron las bolas, y el caramelo, y las hadas pintadas y una vela roja larga en una cesta grande, y la pusieron a un lado. Y la madre de la Pequeña sacó el ratón de chocolate. "Pondremos esto en el reloj," dijo," "donde sus ojos se detendrán sobre él, la primera cosa en la mañana." Y la madre de la Pequeña dijo, "Ella fué encantadora sobre el renuncio de la muñeca, y a ella le gustará el árbol."

            "Nos tendremos que levantar temprano." dijo el padre de la Pequeña. "Y tendrás que ir primero y encender la vela." Se levantaron antes del amanecer la mañana siguiente, y así también lo hizo el Niño de al Lado. Él estaba allí en el escalón, esperando, soplando sus manos, y batiéndolas absolutamente cómo los niños pequeños pobres en un cuento de Navidad, que no tienen ningunos mitoness. Pero este no era un niño pequeño pobre, y tenía muchos pares de guantes de piel ajustados, solamente que había salido de la casa con tal prisa que había olvidado ponérselos. Así pues, allí él se encontraba colocado  en el escalón delantero de la pequeña casa, soplando en sus manos y batiéndolas. Y estába oscuro, con una clase de brillo pálido en los cielos, que no parecía venir de las estrellas, o anunciar el amanecer. Era solo un resplandor de plata místico que hizo que latiera el corazón del niño.

            Entonces alguien vino repentinamente a la vuelta de la esquina, alguien alto y delgado, con una gorra en su cabeza, y una cesta vacía en sus manos. "Hola," dijo, "Una Feliz Navidad." Era el padre de la Pequeña, y puso la llave en la cerradura, y entraron, y encendieron una luz, y había una mesa puesta para cuatro. Y el padre de la Pequeña dijo, "Vés, hemos puesto un lugar para tí. Debemos comer algo antes de salir.

            Y el Niño de al Lado dijo, "¿Vamos a salir? Vine a ver el árbol." "Vamos a salir a ver el árbol."

            "Antes de que el Niño de al Lado pudiera hacer más preguntas, la madre de la Pequeña se apareció con su dedo en sus labios y dijo: "Sh-sh," y entonces comenzó a recitar en una voz callada, "Hickory Dickory Dock--" Había un pequeño chillido, y el sonido de pies bailando, y la Pequeña en una bata roja entró volando.

            "Oh madre, el ratón está en el reloj. El ratón está en el reloj." Pues bien, le parecía al Niño de al Lado que nunca había visto una cosa tan emocionante cómo las cosas que siguieron. El ratón de chocolate bailó encima del reloj y debajo de la silla, y habría hecho cortar su cola excepto que la Pequeña pidió salvarla. "Me apetece guardarlo cómo es, Madre." Y jugába a este juego cómo si fuera la cosa más importante en el mundo entero, y la madre de la Pequeña, y el padre de la  Pequeña se estában riendo, con la cara sonrojada, y todos cantando las añejas palabras pintorescas con la añeja música pintoresca. La Pequeña rechazó, en absoluto, comerse el ratón. "Él es, mi ratón navideño querido, Madre."

            Por lo que, su madre dijo, "Lo pondremos en el reloj otra vez, donde el Gatito-Ronroneador no lo pueda cojer mientras que estamos fuera."

            "Oh, ¿vamos a salir?" dijo  la Pequeña, con sus ojos abiertos bien grandes.

            "Sí."

            "¿A dónde vamos?"

            "A encontrar la Navidad." Eso era todo lo que la madre de la Pequeña diría. Así que, desayunaron, y todo savía perfectamente delicioso para el Niño de al Lado. Pero primero agacharon sus cabezas, y el padre de la Pequeña dijo, "Querido Niño Jesús, en esta mañana Navideña, bendice a estos niños, y ayúdanos  a todos a mantener nuestros corazones jóvenes  y llenos de amor para Tí." El Niño de al Lado, cuándo levantó su cabeza, tenía una sensación extráña, cómo si quisiera llorar, pero era una sensación encantadora, toda cálida  y cómoda.

             Para el desayuno cada uno comía una manzana cocida al horno, y grandes rebanadas de pan dulce con mantequilla, y grandes vasos de leche, y tan pronto cómo estában terminados, salieron por la puerta, abajo en los bosques detrás de la casa, y cuándo estában en lo profundo de los bosques, el padre de la Pequeña sacó de su bolsillo una pequeña flauta y comenzó a tocar, y tocó las melodías buenas en el tubo que se fueron agitando alrededor, entre los árboles, y la Pequeña tarareó las melodías hasta que sonaron como abejas cantantes, y sus pies bailaron bastante, y el Niño se encontró que tarareaba y que bailaba con ellos.

            Entonces el tubo cesó repentinamente, y un silencio bajó sobre los bosques. Estába tan tranquilo que podía casi oírse su respiración, tan tranquilo que cuándo una luz flameó repentinamente en el espacio abierto, quemó sin un parpadeo. La luz venía de una vela roja que fué fijada en la tapa de un árbol vivo. Era la única luz en el árbol, pero mostró las bolas nevosas y a las pequeñas hadas rojas cuyas capas tenían botones plateados. "Este es nuestro árbol, querido," oyó a la madre de la Pequeña decir.

             Repentinamente le parecía al Niño que su corazón estallaría en su pecho. Le apetecía que alguien le hablara así. La Pequeña se sentó arriba en el hombro de su padre, y su padre sostenía la mano de su madre. Era cómo una cadena de oro, Sosteniéndo allí sus manos así, y queriéndosen. El Niño alcanzó, y tocó la mano de la mujer. Ella lo miraba, y lo arrimó cerca. Él se sintió cálido y confortado. La vela roja que quemaba allí en la oscuridad era cómo un poco de fuego sagrado de la amistad. Le apetecía que nunca se apagara, y que pudiera estar colocado allí observándolo con su pequeña mano fría apretando a la  madre de la Pequeña.

            Era tarde cuándo el Niño de al Lado llegó de regreso a su propio hogar. Pero no lo habían extrañado. Todos estaban levantados, y todos estában enojados. La nuera había declarado la noche anterior que no permanecería otro día bajo ese techo, y se había ido con su marido joven y su pequeña niña, que debía haber tenido la muñeca rosada del árbol. Y la Vecina de al Lado seguía diciendo, "Buena liberación--buena liberación," y no dijo ni una sola vez, "Una Feliz Navidad." Pero el Niño de al Lado tenía algo cálido brillando intensamente cómo la vela en el bosque, así que vino a su madre y le dijo, "¿Puedo tener la muñeca rosada?"

            Ella habló frunciendo el ceño, "¿Qué un muchacho quiere de una muñeca?"          

"Me apetece dársela  a la pequeña niña de al lado."

            "¿Piensas que compro muñecas para darlas en caridad?"

            "Pues bien, me dieron un regalo de Navidad."

            "¿Qué te dieron?" Él abrió su mano y mostró una pequeña flauta atada con una cinta alegre, él la levantó a sus labios y sopló en ella, una melodía buena en el tubo.

            "Oh, eso," dijo la madre desdeñosamente, "Pues, ¡eso no es nada sino un tubo de la charca!"Pero el Niño sabía que era mucho más que eso. Era un tubo mágico que lo hizo danzar, e hizo su corazón cálido y feliz. Por lo que, dijo otra vez, "Me apetece darle la muñeca a ella," y sacó su mano, y tocó a la de su madre, y sus ojos eran anhelantes.

           Los ojos de su madre se ablandaron, pues ella había perdido a un hijo ese día, y dijo, "Oh, pues bien, haz cómo te plasca."

            ElNiño de al Lado corrió a la gran sala y tomó la muñeca del árbol, y la envolvió en papél, y voló fuera, a la caminata de ladrillo, derecho a la pequeña casa. Cuándo la puerta se abrió, vio que sus amigos acababan de sentarse a la cena, y había empanada de filete, toda dorada, y muy caliente, con una guirnalda de acebo,--Y las cebollas eran de plata, y las zanahorias oro,  y el Niño de al Lado dijo a la Pequeña, "Te traje un regalo." Con sus ojos todos encendidos, quitó el papél, en el cual esta fué envuelta, y allí estába la muñeca, con adornos atractivos, con ojos que se abrían y se cerrában, y zapatos y medias, y el cabello rizado que era corto y hermoso.

            Y la Pequeña, en un torbellino de felicidad, dijo, "¿Es realmente mi muñeca?"

            Y el Niño de al Lado se sentía muy tímido y feliz, y dijo, "Sí."

            Y la madre de la Pequeña dijo, "Fué una cosa hermosa de hacer," y se dobló y lo besó.

            Otra vez, Esa sensación estallaba dentro del corazón del niño, y levantó su rostro a ella, y dijo, "¿Puedo venir a veces y ser tu muchacho?"

            Y la madre de la Pequeña dijo, "Sí." Y cuándo finalmente salió, ella se quedó en la puerta y lo miró, un muchacho tan pequeño que sabía tan poco del cariño. Y porque ella sabía tanto sobre el cariño, sus ojos se llenaron hasta desbordar. Pero se limpió actualmente las lágrimas y volvió a la mesa. Y le sonrió a la Pequeña Niña y al padre de la Pequeña Niña. "Y las patatas eran de marfil," dijo, "Oh, ¿quién pediría pavo, cuándo se puede comer una empanada cómo esta?"

 

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