[Nfbespanol-talk] Entonces, Papá, ¿Cuándo Puedo Ir a Surfear?

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Tue Dec 27 03:32:17 UTC 2011


Future Reflections Edición Especial: Deportes, Salud y Ceguera

La Revista de la Federación Nacional de Ciegos para Padres de Familia y Maestros de Niños Ciegos

 

Volumen 26, Número 2

Barbara Cheadle, Redactora

Entonces, Papá, ¿Cuándo Puedo Ir a Surfear?
por Eric Vasiliauskas

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[LEYENDA DE LA FOTO: La persistencia vale la pena, mientras que Vejas está acostado en una tabla de surfear, a medida que su instructor, Miguel, le enseña lo básico de surfear.]

 

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Los niños pequeños, ya sean videntes o ciegos, comparten una curiosidad innata para aprender sobre el mundo. Es por eso que, constantemente, hacen preguntas, y quieren hacer esto o tratar aquello. Si bien, es muy importante crear una atmósfera que alienta activamente, y apoya el deseo de un niño ciego a explorar, a veces, tales búsquedas de nuevas experiencias pueden cogerlo desprevenido. Así es como una solicitud de este tipo acabó.

Varios veranos atrás, fuí invitado a dar una conferencia en un congreso médico en Hawaii. Mi esposa y mis dos hijos, Vejas y Petras, me acompañaron. Con sede en Hawai, la película de dibujos animados de Disney, "Lilo y Stitch", debutó esa misma semana. No estaba sorprendido cuando, después de escuchar la versión del libro de audio "Lilo y Stitch" al mismo tiempo que era Leído, mi siempre inquisitivo hijo, muy pronto-a-ser estudiante de primer grado, me preguntó: "Papá, ¿qué es surfear?"

A medida que continuamos conduciendo, hice todo lo posible para explicar. Vejas ya estaba muy familiarizado con tablas flotadoras. Antes del viaje, habíamos hablado ya de que una tabla de surf que es mas cortita, en cierto sentido, era una versión más grande que una tabla flotadora en la que se acuesta para montar una ola. Seguí basándome en estos conceptos, y elaborando en que una tabla de surf era mucho más larga, pero similar a una tabla de surf mas cortita, y que, en vez de estar acostado sobre ella, en realidad, está de pie en la tabla para subirse a la honda.

Puesto que sabía a donde esta línea de conversación era probable que fuera, decidí desviar, preventivamente, el debate con entusiasmo tranquilizador, asegurándole que íbamos a utilizar una tabla de surf cortita, más tarde esa semana, y que la actividad le daría una idea de lo que es surfear. Me di cuenta de que esta táctica de distracción paterna, era sólo un éxito parcial; yo estoy convencido de que fué cuando Vejas comenzó a soñar con surfear.
[LEYENDA DE LA FOTO: A Vejas, de ocho años de edad, todavía le gusta surfear.]
Unas vacaciones en Hawaii, difícilmente, pueden considerarse completas sin asistir a un luau, que es una cena de comida hawaiana. Como parte de las festividades antes de la cena, además de exhibiciones de baile hula, los instrumentos de Hawai, y la artesanía local, había una dedicada a la práctica de surfear. Vejas nunca había puesto realmente sus manos (o pies para el caso) en una tabla de surf, por lo que, una vez que la multitud alrededor de la exhibición se había esparcido un poco, nos acercamos para conocer al joven surfista local a cargo del despliegue.

Vejas, en su forma habitual, inició una conversación y le hizo una serie de preguntas sobre surfear. Luego, mientras que Vejas se subía a una de las tablas de surfear, comencé a hacer los sonidos de las olas, y mover la tabla alrededor en un intento de simular el movimiento de las hondas, con el fín de darle un sentido de lo que puede sentir al surfear. Él estaba intrigado y emocionado visiblemente.

Mi, en aquel entonces, de cinco años y medio, con entusiasmo había aprovechado esta oportunidad para preguntar, "Entonces papá, ¿cuándo puedo ir a surfear?" Hice lo que me imagino que muchos padres de un reciente graduado de kínder podrían hacer en esta situación, y decidí que Me gustaría tratar de "evitar" ésto por un tiempo mediante la racionalización de que, ya que nos encontrábamos cerca del final de nuestro viaje, nos gustaría probar el surf "la próxima vez que viniéramos a Hawai." Como solución de compromiso, propuse, que no sólo subiéramos a una tabla de surf cortita al día siguiente, sino que, a un kayak de mar también.

De hecho, lo pasamos muy bien la mañana siguiente. Alquilamos un kayak de mar de dos personas. Vejas se sentó en frente, y llevaba puesto un chaleco salvavidas, y me senté detrás de él. A medida que pedaleábamos en la tranquila bahía, hablamos de seguridad en el agua, y compartimos algunos relatos de mi juventud como un guardia salvavidas. Hacia el final de nuestra aventura, una ola gigante había aparecido de repente tercamente por detrás. Afortunadamente, me di cuenta justo a tiempo para gritarle a Vejas que se agarrara tan fuerte como pudiera. A medida que mi adrenalina subió, me incliné en mi remo con todas mis fuerzas. La ola literalmente nos levantó, y nos llevó hacia adelante mientras que procedía a la horilla. En esencia, habíamos surfeado la ola en nuestro kayak de mar, y hasta hoy día, me sorprende que nos las arreglamos para permanecer en posición vertical.

A medida que nos recuperamos de la emoción, le expliqué a Vejas cómo podríamos haber manejado la situación si hubiéramos tenido una caída mayor. Se me ocurrió que, esta era una oportunidad perfecta para una lección de la vida real. Por lo que, después de conferenciar con Vejas, una vez que llegamos a las aguas poco profundas cerca de la playa, juntos volcamos el kayak de mar  a propósito. Luego, le enseñé cómo enderezar el kayak de mar, y cómo salir del agua, y subirse de nuevo. Vejas estaba tan encantado, que a su petición se repitió esta maniobra durante un número de veces.

Luego, fuímos en una tabla de surf corta. Sólo tablas de tamaño para adultos estaban disponibles para el alquiler, y pronto se hizo evidente, que Vejas no era lo suficientemente largo como para ser capaz de patear con eficacia, o para estabilizar realmente la tabla, ni podía anticipar adecuadamente las olas más grandes en esta parte de la bahía. Habíamos descubierto que si se acostaba en la parte superior de la tabla, y me colocaba directamente sobre él, yo podía patear con mis aletas y asegurarme de que cogíamos las olas. De esta manera, habíamos sido capaces de montar olas más grandes juntos. Cogimos algunas grandes olas, y tuvimos nuestra parte justa de los derrames también. Vejas sonreía radiante cuando le contaba a su madre las aventuras de la mañana, y a su hermano pequeño por la tarde. Sin embargo, aunque la tabla de surf corta fué muy divertida, Vejas sabía que no era lo mismo que surfear.
[LEYENDA DE LA FOTO: "totalmente surtido", Vejas se prepara para montar una honda.]
Bueno, como cosa del destino, decidimos ir por dos semanas de vacaciones reales, a Kauai (sin trabajo esta vez) en el verano siguiente. Tan pronto como las ruedas del avión despegaron del suelo, Vejas dejó de leer el libro que su madre había pasado al Braille para él para el vuelo. Volvió la cabeza hacia mí, y de una manera muy enfocada extendió su mano para encontrar mi rostro y, suavemente, lo guió en su dirección con la clara intención de asegurarse de que tenía toda mi atención. (Me pregunto, ¿donde aprendió esa maniobra?) Entonces, puntualmente, planteó su pregunta, una pregunta que, sin duda, había estado gestando desde que comenzamos a planear este viaje: "Entonces, papá, ¿cuándo podemos ir a surfear?" Le aseguré que íbamos a ver, una vez que llegáramos a Hawai.

Alrededor de una semana en el viaje, Vejas de nuevo preguntó: "¿Papá, qué día es mi lección de surfear?" Me di cuenta en ese momento de que no había manera de evitarlo. Esa noche miré en la multitud de folletos y guías de visitantes que habíamos acumulado, y ví un anuncio prometedor para clases con un surfista campeón local de renombre mundial.

Rasa y yo consideramos que nuestros hijos deben tener el mismo tipo de experiencias que los demás niños. Para entonces, ya habíamos conocido o escuchado acerca de muchas personas ciegas notables, y de sus logros. Por lo tanto, ya habíamos llegado a entender y a estar plenamente convencidos de que no hay prácticamente nada que una persona ciega no puede hacer si pone su mente en ello. Inspirado por Cara Dunne-Yates y su familia, había llevado a Vejas a esquiar conmigo cuando tenía tres años. Sin embargo, a medida que marcaba el número que aparecía en el anuncio, comencé a imaginar lo que la persona que contestaría el teléfono podría pensar. No sólo estaba pidiendo clases de surfear para alguien de seis años, sino que uno ciego para colmo. Para mi agradable sorpresa, la señora que contestó el teléfono con un amistoso "aloha" tomó todo esto con calma. Me volvió a llamar en una hora y me informó que había hecho arreglos para una clase de surfear privada.

Varias mañanas más tarde, nos levantamos muy temprano y conducimos cuarenta y cinco minutos a Poipu Beach, donde a las siete de la mañana nos reunimos con el instructor de surfear de Vejas, Miguel. Él se había criado en Hawai, y había comenzado a surfear a una edad tan joven, que no recuerda cuántos años tenía cuando su padre primero lo puso en una tabla de surf. Miguel había estado en el circuito profesional de surfear por un número de años. Tenía un hijo de nueve años de edad al que le había enseñado a surfear a los tres años de edad en esta misma playa. No parecía importarle ni siquiera un poco el problema de la ceguera. Preguntó las preguntas apropiadas de una manera discreta. Quería saber cuán fuerte nadador era Vejas, y se alegró de saber que había estado tomando lecciones semanales formales de natación desde  los tres años y medio. Me preguntó si Vejas tenía suficiente vista residual para distinguir el agua, la arena, o las tablas de surf. Vejas le informó que sólo podía ver la luz.

En primer lugar, se practica en tierra durante media hora. Miguel había hecho que Vejas explorara toda la tabla de surfear. Explicó que el frente de la tabla de surfear se denomina como la nariz, mientras que la parte de atrás se llama la cola. Vejas se enteró de que los lados, o las barandas, son particularmente importantes, ya que es donde está todo el equilibrio. La cubierta es la parte que, en última instancia, está de pie.

Repasaron más la dinámica de la posición en la tabla. Él había hecho que Vejas se acostara en la tabla de surfear con sus manos sosteniendo las barandas, y sus dedos de los pies apuntando hacia la cola. Entonces, hizo que Vejas comenzara en la posición de pedalear y pretender coger una honda. Miguel describió cómo, a medida que Vejas abordara la honda por primera vez, iba a necesitar que la posición de sus brazos estuviera en posición de empuje hacia arriba, y dar un salto en la posición de surfear. (Debo admitir que fué refrescante para mí escuchar a una persona de fuera enfatizar la importancia de la postura del cuerpo y colocación de la cabeza.) Entonces, como un tipo de sargento de instrucción, el instructor hizo que Vejas practicara guiándolo verbalmente y al tacto através de los movimientos del salto, y asumiendo la actitud de postura correcta de surfear una y otra vez hasta que esta cinestésica se integró al punto que era casi automática.

Miguel me miró, y anunció que había llegado el momento de graduarse y pasar a la lección del océano. Eligió un lugar en el arrecife de coral donde las olas ruedan suavemente. Miguel me instruyó esperar en las aguas poco profundas de la orilla para coger a Vejas cuando llegara. Vi cuando se dirigían hacia el agua, y preparé mi cámara. En la distancia, Miguel guiába la tabla de surf que apuntaba hacia la orilla.

Cuando la correcta honda, finalmente llegó, Miguel, empujó suavemente la tabla de surf hacia adelante. A partir de ahí, la ola y Vejas se hicieron cargo. En su primera ejecución, Vejas había empujado hacia arriba, y luego movió el pie de atrás en su posición, seguido por su pie líder. Sus piernas estaban dobladas de manera adecuada, y su cabeza miraba hacia adelante al asumir una posición casi perfecta.

Me siento un poco avergonzado de admitir que no estaba totalmente preparado para lo que vino después. De hecho, estaba tan fascinado y asombrado que, no sólo se me olvidó que tenía una cámara, sino que, literalmente, había visto a Vejas pasar junto a mí. A medida que lo animaba, me olvidé de que tenía que atraparlo. Me estremecí de mi trance repentino cuando a unos pocos segundos más tarde la nariz de su tabla se fijó en un banco de arena, y Vejas, inesperadamente se abalanzó hacia delante en la tabla. ¡Ay!

Corrí hacia él, sin saber muy bien qué esperar. Antes de que pudiera preguntarle cómo estaba, exclamó: "¿Me viste papá? Quiero hacer eso otra vez! "Debería haber visto la alegría en su sonriente rostro radiante, y el sentido de logro que irradiaba de él después de coger su primera ola, de pie, y la cresta de la ola hasta llegar a la orilla. Estaba, como decimos en California, "¡totalmente surtido!" Fué un perfecto primer libro de cuentos de ensueño. Surfeó durante otra hora esa mañana tomando una porción justa de los derrames y barridas entre las mejores funciones.

Yo también estaba radiante de orgullo paternal el resto de la lección, y tengo que admitir que era divertido ver las sonrisas en los rostros de los transeúntes allí fuera paseándose temprano por la mañana en la playa, divertido mientras que veía a este niño de seis años y medio de edad realizar uno de sus sueños, y persistir con entusiasmo, a pesar de los derrames. Seguí imaginando lo que pensarían si supieran que este joven determinado era ciego también.

¡Hablando de una experiencia de confianza en sí mismo! La realización de Vejas exigió de inmediato una sensación de respeto de sus compañeros.

Durante la noche de orientación para padres de familia, unas semanas más tarde, el maestro me había asignado cinco minutos para hablar sobre Vejas y la ceguera, como se refería a su clase de primer grado. Expliqué que para que Vejas compitiera con éxito en la vida, en última instancia, tiene que tener las mismas normas que sus compañeros videntes, y por lo tanto, es fundamental que aprenda a ser independiente y hacer las cosas por su cuenta. Había preparado una hoja breve para los padres de familia, que incluía los sitios Web, orientados a los niños sobre la ceguera, imágenes y descripciones de algunos individuos ciegos notables, actividades de las que Vejas disfruta, y sugerencias sobre cómo los padres de familia, voluntarios, y compañeros de clase podrían facilitar la socialización de nuestro hijo, así como promover su independencia en el salón de clases y durante las actividades extracurriculares.

Las fotos de las actividades de verano de Vejas fueron, más que todo , la parte más poderosa de la hoja. Se incluyeron también, en nuestra porción como padres, de su documento del programa Individual Educativo, IEP. De alguna manera, la descripción escrita y verbal no podía hacer justicia, pero las imágenes de nuestro hijo ciego de seis años de edad surfeando, inmediatamente habían desafiado los paradigmas establecidos de los padres de familia, maestros y personal de la escuela, e incluso de los profesionales sobre la discapacidad de la vista. Nociones preconcebidas de lo que un niño ciego es capaz de hacer comenzaron a desaparecer. Las mentes de aquellos que están en contacto con nuestro hijo se abrieron, lo que les permite verlo como un niño capaz de aventura que está dispuesto a asumir las experiencias de la vida.

Fué durante esas mismas vacaciones, que Rasa y yo leímos Future Reflections, la Edición de introducción en rústica por primera vez. Hemos leído con gran interés, como ciegos adultos, educadores, padres de niños ciegos, y hasta los niños ciegos, compartieron las experiencias que cubren una amplia gama de temas pertinentes a crecer ciegos, y criar a un niño ciego. Es importante destacar que cada uno se presentó de manera positiva, práctica que eleva, y en una prospectiva de éxito futuro en los académicos, y sobre el éxito en la vida. ¡Qué refrescante y reconfortante que fué encontrar tal concentración de puntos de vista, que paralelan y apoyan a aquellos que habíamos llegado a desarrollar!

Uno de los capítulos de esta edición introductoria incluye las presentaciones de un panel de cinco jóvenes ciegos que hablaron en una convención de la Federación en el tema de la "diversión, los amigos, y el ajuste." Los panelistas jóvenes, individualmente y colectivamente han demostrado que los niños ciegos pueden hacer , y de hecho hacen , las cosas que los niños videntes hacen. Pusieron de relieve la importancia de la independencia, y destacaron cómo trabajando activamente para mejorar sus habilidades de la ceguera, no sólo facilitó su independencia, sino que también su confianza en sí mismos, y la socialización.

Durante el vuelo a casa, leí para Vejas, el discurso de cada niño. Él escuchaba con entusiasmo cada detalle. Vejas estaba muy emocionado por los "encuentros virtuales" con cada uno de los presentadores jóvenes que, como él, son ciegos y que compartían muchos de sus propios intereses. El profundo impacto que Adam, Brian, Jennifer, Noel, y Lauren tuvieron en mi hijo, pronto se hizo evidente cuando después se volvió hacia mí y con entusiasmo y seriedad exclamó: "¡es por eso que quieres que yo sea más independiente!" De hecho, estos cinco Federacionistas jóvenes habían conseguido pasar este mensaje, y encender un deseo interno de luchar por una mayor independencia en nuestro hijo, de tal manera que sus maestros y nosotros como padres videntes no habíamos sido muy capaces de hacer.

Luego leímos pasajes del Braille Monitor sobre un gran número de graduados de secundaria, y estudiantes universitarios ciegos que habían obtenido becas de la Federación. Incluso a esta temprana edad, Vejas estaba emocionado por la amplia gama de carreras que estos jóvenes hombres y mujeres orientados hacia el éxito estaban eligiendo a seguir. Mientras observaba, una asombrosa transformación comenzó a tener lugar en mi hijo ante mis propios ojos , una transformación provocada por los relatos y las ambiciones de los niños ciegos y jóvenes ciegos. Comencé a comprender verdaderamente el poder potencial de la Federación Nacional de Ciegos.

Vejas ya tiene diez años de edad, y es el orgulloso propietario de su propia tabla de surfear de dos pies, de color amarillo. Había tenido una segunda lección con Miguel unos años más tarde, y ha tenido varias lecciones adicionales formales con otros instructores de surfear desde entonces. Tengo que admitir, que Vejas parecía que lo estaba pasando tan bien haí en las olas, que me inspiró a tomar surf el año pasado. Una vez le pregunté a Vejas, que cuál instructor, consideraba que era el mejor. "Miguel", respondió sin dudarlo mucho. Cuando le pregunté por qué, yo estaba, sin duda, un poco sorprendido por su respuesta intuitiva: Vejas dijo que era porque Miguel puso la mayor atención al detalle y tenía las más altas expectativas de él.

Tal vez, algunas de las mayores limitaciones que los ciegos encaran, son los prejuicios conceptuales con los que la mayoría de nosotros hemos crecido. Lamentablemente, estos conceptos erróneos de las capacidades de los ciegos se transmiten, ya sea directamente o indirectamente a nuestros niños ciegos, incluso, a una edad muy temprana por los adultos, e incluso por niños con los que se relacionan. La Federación se dedica a cambiar lo que significa ser ciego. Propongo que las cuentas de los logros de Federacionistas jóvenes pueden tener el mayor potencial para influir en los cambios en las percepciones de lo que significa ser un niño ciego. "La intervención temprana de percepción" a través de tales compañeros basados en historias, tiene el potencial de servir como semillas de inspiración de lo que es posible para otros niños ciegos, para sus padres y sus maestros.

Por tanto, insto a más padres de familia, niños, adolescentes, y adultos jóvenes, a tomar tiempo para escribir y compartir sus aventuras y experiencias para ayudar a desarrollar un recurso de la infancia centrada en lo que es posible. Si un número suficiente lo hace, tal vez algún día puede, incluso, convertirse en un dedicado "Rincón de los Niños" en Future Reflections, o en el Braille Monitor.
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