[Nfbespanol-talk] La Cruz de la Ceguera

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Sun Jul 24 23:21:24 UTC 2011


La Cruz de la Ceguera

Un Discurso Pronunciado por el Profesor Jacobus tenBroek

Fundador de la Federación Nacional de Ciegos

En el Banquete de la Convención annual

Llevada A Cabo en New Orleans, 6 de julio de 1957



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[LEYENDA DE LA FOTO: Jacobus tenBroek hablando en el podio]

 

En los diecisiete años cortos desde nuestra fundación de la Federación Nacional de Ciegos, hemos crecido de un puñado de hombres y mujeres dispersados sobre siete estados, a una federación de cuarenta y tres filiales estatales. La primera convención de la Federación en 1940 fué asistida por doce o quince personas. Nuestra convención tenía el año pasado una inscripción de setecientos cinco, de cada rincón de la unión.

Éso es crecimiento rápido de organización en cualquier criterio. ¿Quién es esta gente de la Federación Nacional de Ciegos? ¿Cuál es el propósito que los ha llevado a organizarse a sí mismos en tales númerous, y ahora los une con tal dedicación y entusiasmo evidente?

no es suficiente, considero, responder que los miembros de la Federación son atraídos juntos por su interés común en el bienestar de los ciegos, puesto que muchos de los videntes comparten eso también. Ni es suficiente decir que nos une solamente el ser ciegos, puesto que muchos de los que se afilian con las agencias para ciegos tienen esa característica también. Es fundamental a la singularidad de nuestro grupo el ser la única organización a escala nacional para ciegos que es también, de ciegos. La composición de la Federación, es de hecho testimonio viviente al hecho-desafortunado, no todavía aceptado por la sociedad entera de que los ciegos son capaces de organizarsen a sí mismos: lo cuál es decir, de dirigirsen a sí mismos, y de dirigir su propio destino.

Con todo, ésto sigue siendo solamente la mitad de la verdad, sólo una parte de la característica que define a nuestra Federación, y proporciona su razón de ser. Nuestra distinción verdadera de otras organizaciones en el ámbito del bienestar de los ciegos se encuentra en el precepto social, y en la convicción personal, la cual, es la fuente que motiva nuestra actividad, y el manantial de nuestra fé. La creencia de que, nosotros que somos ciegos, somos seres humanos normales, nos arraiga nítidamente, y nos aparta de otros grupos diseñados para ayudar a los ciegos. Tenemos toda la gama típica y ordinaria de talentos y técnicas, actitudes, y aspiraciones. Nuestra asunción subyacente no es así cómo lo es con ciertos otros grupos, en el desvalimiento intrínsico, y la dependencia eterna de aquellos a quiénes les sucede el carecer de la vista, sino que  en vez, es su capacidad natural de anular e invalidar esta discapacidad a fín de encontrar su lugar en la comunidad con el mismo grado de éxito y de falla que es encontrado entre la población en general.

Quizás puedo documentar mejor esta tesis de la normalidad de los ciegos con una muestra escogida al azar de las ocupaciones representadas en nuestra convención nacional hace un año en San Francisco. Entre los delegados ciegos allí, habían: tres físicos ciegos comprometidos al trabajo experimental para el Gobierno de los Estados Unidos. Había un químico ciego también que hacía el trabajo experimental para el gobierno nacional. Habían dos instructores universitarios de rango catedrático, un número de otros instructores universitarios de varios rangos, y varios profesores ciegos de estudiantes videntes en grados primarios y secundarios en las escuelas públicas. Habían trece abogados, la mayoría en ejercicio privado, dos empleados como abogados por el Gobierno de los Estados Unidos, uno que servía como director de una comisión del servicio público estatal, uno que servía como funcionario judicial a un presidente del tribunal estatal. Habían tres quiroprácticos, un osteópata, diez secretarias, diecisiete obreros de fábrica, un zapatero, un despachador de taxi, un reparador de libros, un reparador de electrodomésticos, cuatro operadores de teléfono de la centralita telefónica, hombres de negocios numerosos en varios negocios, cinco músicos, treinta estudiantes, muchos directores y trabajadores en los programas para los ciegos, y sesenta y una amas de casa.

En cualquier otra convención no habría nada notable sobre esta sección representativa ampliamente del logro, y de la capacidad. Es exactamente lo que se esperaría encontrar en una reunión del American Legion, o del Exalted Order of Elks, o en una reunión de la ciudad en su comunidad. En cualquier otro lugar, es decir, menos en una convención de ciegos. Nunca deja de sorprender al público que un hombre ciego puede llevar su propio negocio, funcionar una granja con éxito, discutir un escrito en un tribunal de justicia, enseñar a una clase de estudiantes videntes, o conducir experimentos en un laboratorio de química. Viene cómo sorpresa a la persona promedia descubrir que los ciegos no sólo pueden sino que  se realizan tan bien como cualquier hombre en todas las vocasiones normales variadas de la comunidad.

Pero esta "sorpresa de reconocimiento," por parte de mucha gente, lleva demasiado fácilmente a un modo de satisfacción, y a una actitud de satisfacción personal. Después de todo, si los ciegos son tan capaces, tan exitosos, y tan independientes, ¿de que se trata toda la queja? ¿Dónde está la necesidad de toda esta organización y actividad militante? ¿Porqué no pueden los ciegos mejor dejar las cosas en paz?

Éstas son preguntas razonables, seguramente, y merecen una respuesta razonada. Considero que la respuesta bien puede ser brindada recitando una lista de dieciséis acontecimientos específicos que han ocurrido recientemente en las varias partes del país. Los acontecimientos son:

1. Se le fué negado a un hombre ciego (incidentemente un educador y un ciudadano distinguido de su comunidad) una habitación en un YMCA, bien conocida en New York City. No por motivo de que su aspecto connotaba la inhabilidad de pagar, pues no lo era. No por motivo de que tenía una reputación desagradable, pues no la tenía. No por motivo de que   su comportamiento era, o sería probablemente en contra del orden público, pues no lo era. Sino por motivo de que era ciego.

2. El banco de sangre en su ciudad, no rechazó a un hombre ciego cómo donante por motivo de que su sangre no era roja. no por motivo de que su sangre era acuosa, defectuosa en corpúsculos o enferma. No por motivo de que la pérdida de sangre le haría daño físicamente, sino por motivo de que era ciego.

3. Su banco le negó a un hombre ciego (en este caso un abogado exitoso con una reputación establecida en su comunidad) el alquiler de una caja de depósito de seguridad, no por motivo de que era un ladrón de bancos bien conocido. No por motivo de que no tenía nada para meter en ella. no por motivo de que no podía pagar el precio del alquiler, sino por motivo de que era ciego.

4. Rechazaron a un hombre ciego para el deber del jurado en una ciudad de California, no por motivo de incompetencia mental. No por motivo de irresponsabilidad moral. no por motivo de que no analizaría la prueba imparcialmente y no llegaría a un justo veredicto, sino por motivo de que era ciego.

5. Una Universidad no-estatal negó a una estudiante universitaria ciega que estudiaba para una licenciatura en la educación el permiso para realizar la enseñanza de práctica, no por motivo de que su expediente académico era pobre. No porque no había satisfecho los requisitos previos. No por motivo de que careciía de calificaciones educativas o personales, sino que  por motivo de que era ciega.

6. Un encargado de la función pública estatal negó consideración de empleo público a un aspirante ciego, no por motivo de que carecía de las especificaciones de la educación, o de experiencia. No por motivo de que no era de buen carácter moral. No por motivo de que carecía del requisito de la residencia o la ciudadanía, sino por motivo de que era ciego.

7. Una línea aérea le rechazó a una mujer ciega un boleto de avión, no por motivo de que no podía pagar por su boleto. no por motivo de que su corazón era débil y no podía soportar el entusiasmo. No por motivo de que era una portadora de contagio, sino por motivo de que era ciega.

8. Un maquinista ciego fué declarado inelegible para una posición que había llevado a cabo ya por cinco años. Esta declaración fué el resultado de un examen médico rutinario. Este vino poco después de su autorización y restablecimiento completo en el trabajo, después de un encuentro médico similar un año antes. Estas determinaciones no fueron hechas por motivo de nueva demostración de evidencia médica de que era ciego, porque eso ya era sabido. No por motivo de que no podría hacer el trabajo que había realizado con éxito por cinco años con altas clasificaciones. No por motivo de algún factor que se relacionaba con su empleo. Estas fueron hechas por motivo de que era ciego.

9. La autoridad del director, y de la facultad de la escuela, quitó de la lista de candidatos a un estudiante ciego de la Secundaria, el cual, era un candidato a presidente del Cuerpo Estudiantil, calificado debidamente, no por motivo de que era un infiltrado exterior de alguna otra escuela. No por motivo de que estába en libertad condicional. No por motivo de que no era leal a los principios de la Constitución de los Estados Unidos, sino por motivo de que era ciego.

10. La compañía de seguros, Traveler's Insurance Company, en su póliza estándar extendida para cubrir viajes en los ferrocarriles, expresamente exime a los ciegos de la cobertura, no por motivo de que hay prueba estadística o actuarial de que los viajeros ciegos son más propensos a accidentes de lo que son los viajeros videntes. No por motivo de que las maletas, o los pasajeros compañeros caen encima sobre ellos más a menudo. No por motivo de que los trenes que llevan a pasajeros ciegos son más probables de tener accidentes ferroviarios a menos que sea el ingeniero quién es  ciego. Sino que solo por motivo de la ceguera. Muchas, si no la mayoría, de otras compañías de seguros que venden otras formas de seguro no cubrirán a los ciegos ni aumentarán la prima.

11. Un hombre ciego, que había sido un juez exitoso del tribunal de justicia y de la corte de la policía en su comunidad por once años, se postuló para la posición de juez del Tribunal Superior en la elección general de 1956. Durante la campaña sus contrincántes no sostuvieron que era ignorante de la ley y por lo tanto incompetente, o que había sido culpable de engañar viudas y huérfanos, o que carecía la cualidad de la compasión. Casi la única discusión que utilizaron contra él era que era ciego. Los votantes, sin embargo, lo eligieron práctico. En la sesión siguiente de la legislatura estatal un proyecto de ley fué introducido que descalificaba a personas ciegas cómo jueces. Los ciegos organizados del estado pudíeron modificar este proyecto de ley pero no derrotarlo.

12. La autoridad de seguridad del edificio de una gran ciudad ordenó recientemente salir de su vivienda tipo hotel, a más de sesenta hombres y mujeres ciegos entre ellos doctores, profesores, hombres de negocios y miembros de varias profesiones. Esto no fué por motivo de que eran incendiarios y probablemente comenzarían incendios. No por motivo de que estában delincuentes en su alquiler. No por motivo de que molestaban a sus vecinos con un vivir desenfrenado, sino por motivo de que cómo eran gente ciega, estában sujetos al código de provisiones con respecto a los "postrados en cama, ambulativos, y desamparados," que cualquier persona que es legalmente ciega necesita vivir en un tipo de edificio institucional con todas las habitaciones en la primera planta, sin escaleras en los extremos de los pasillos, con muebles duros, e incombustibles, y con sillas y puestos de fumar colocados alineados a lo largo de la pared para que no se caigan sobre ellos."

13. El código educativo de uno de nuestros estados proporciona que los niños sordos, mudos, y ciegos pueden ser enviados a costo del estado a una escuela para sordos, mudos, y ciegos, si poseen las calificaciones siguientes: (1) si están libres de enfermedades ofensivas o contagiosas. (2) No tienen padres, parientes, guardianes, o amigos más cercanos capaces de pagar su educación. (3) Que por causa de sordera, de mudez, o de ceguera, a ellos se les descalifica de la enseñanza por el proceso ordinario de la instrucción o de la educación.

14. En una opinión reciente, el Tribunal Supremo de uno de los estados sostuvo que una persona ciega que buscó la remuneración por lesión debido a un accidente, el cual él reclamó, y se presentó en el curso de su empleo a la junta del estado de industrias para ciegos, estába bajo la protección del estado y por consiguiente no tenía derecho a la remuneración. El concepto de que los trabajadores ciegos de los talleres cerrados están bajo la protección del estado fué superado solamente en otro estado por una promulgación legislativa reciente.

15. Se le fué negado a una persona ciega, condenada debidamente por un crimen y sentenciada a una penitenciaría del estado, la libertad condicional cuando por lo tanto era elegible, no por motivo de que no había servido el tiempo requerido. No por motivo de que su comportamiento en la prisión había sido malo. No por motivo de que no lo habían rehabilitado, sino por motivo de que era ciego.

16. Se le fué negada la oportunidad de un juego a un hombre ciego que se sentó en una mesa de juego en Reno, donde son legales tales cosas, no por motivo de no saber las reglas del juego. No por motivo de que podía ser que engañara al distribuidor autorizado, o a los otros jugadores. No por motivo de que no tenía algún dinero a perder, sino por motivo de que era ciego.

Estos dos últimos casos demuestran que los ciegos son normales por todo concepto.

Lo qué surge de esta serie de acontecimientos, es el estereotipo histórico de la ceguera cómo la falta de inteligencia y el desvalimiento. En virtud de esta impresión penetrante, se sostiene que un hombre ciego es incapaz de analizar la prueba presentada en un tribunal, o de realizar los deberes de un profesor. Él no puede tomar cargo de sí mismo en su propia habitación, y a él no se le debe confiar en un avión. Una persona sin vista no sabría lo que ha puesto o sacado de una caja de depósito de seguridad, y no tiene ningún derecho al empleo en el servicio público. No debe incluso ser permitido continuar en un trabajo que ha realizado con éxito por años. Incluso su sangre no se puede dar voluntariamente para la causa común.

Ponga en contraste estas dos listas. Una es de las ocupaciones representadas en la convención de la Federación. La otra es de las actividades- discriminatorias. La primera es una lista de logros de lo que los ciegos han hecho, y por consiguiente pueden hacer. La segunda es una lista de prohibiciones de lo que se considera que los ciegos son incompetentes de hacer, y por lo tanto, se les excluye de intentar. La primera lista se refiere a la discapacidad física de la ceguera. Esta demuestra de manera gráfica cómo un mero inpedimento de la pérdida de la vista, es pequeño a comparación con la capacidad mental y el talento vocacional del individuo. La segunda lista se refiere, no a la discapacidad, sino al inpedimento que es impuesto ante los ciegos por otros. El origen de la discapacidad está sencillamente dentro de la persona ciega. El origen y la responsabilidad del inpedimento están sencillamente así, muy fuera de la persona ciega en las actitudes y las ideas preconcevidas de la comunidad.

Permítanme ser muy claro sobre esto. No tengo ningúnn deseo de reducir al mínimo el carácter y el grado de la ceguera cómo discapacidad. Es para todos nosotros un fastidio constante y una inconveniencia seria. Para superarla se requiere esfuerzo y paciencia, iniciativa y valor. No es compensada, a pesar de los cuentos de hadas. Por el contrario, y no es compensada por la aparición espontánea de un milagroso "sexto sentido" o algunos otros poderes mágicos. No significa nada más ni nada menos que la pérdida de uno de los cinco sentidos, y de una mayor confianza correspondiente sobre los cuatro que permanecen, tales cómo el cerebro, el corazón, y el espíritu.

Puede ser dicho que los actos discriminatorios que he citado, y otros como estos los cuáles están ocurriendo todo el tiempo, no reflejan sencillamente el pensamiento informado. Estos son sucesos ocasionales, no premeditados, irracionales, o accidentales. Nadie los justificaría seguramente. Nadie diría que representan una valoración exacta de los ciegos, y de la ceguera.

Pues bien, permítanos ver. Permítanos mirar a algunas declaraciones de las personas presumiblemente reflexivas e informadas que escriben sobre los ciegos. El director de una agencia, los educadores, los administradores, los asistentes sociales, los historiadores, los psicólogos, y los funcionarios públicos. ¿Qué tienen que decir sobre las potencialidades de los ciegos en términos de capacidad intelectual, talento vocacional, y condición psicológica? ¿Qué reportan referente a las perspectivas de la integración social en base de la normalidad y del adelanto económico, en base de talento?

Primero, un educador. Aquí están las palabras de una autoridad prominente en la educación de los ciegos, por treinta años a sí mismo, un superintendente de una escuela para ciegos. "Es un error comenzar con la escuela," esta autoridad escribe. "y enseñar allí a un número de ocupaciones que los ciegos pueden hacer, enseñándoles fuera de la relación a sus valores prácticos y relativos. Ésto es equivalente a intentar crear comercios para los ciegos, y entonces más o menos airadamente exigir que el mundo reconozca el trabajo y compre el producto, si es útil o no." Más que esto, es necesario reconocer la incapacidad de los ciegos "cómo clase" para cualquier índole de competición, y por lo tanto, brindarles no sólo protección sino también monopolio donde sea posible. Declaración de que "debe ser concedido incompetentemente que hay en absoluto, de una manera industrial, poco que una persona ciega pueda hacer, que no se podría hacer mejor y más expeditivo por la gente con vista," este experto considera que hay solamente dos maneras de salida: una que es, el ser, la extensión de concesiones y monopolios, y la otra, la designación de ciertas ocupaciones "preferidas" para los ciegos, dejando la batalla a los ingenios, y solamente, a aquellos pocos selectos que pueden ser considerados, y determinados estar especialmente aptos."

La conclusión de que las posibilidades de empleo para los ciegos están confinadas, con solamente excepciones insignificantes, al ámbito de talleres cerrados que se contienen en esta serie de "hechos" sobre los ciegos, la cual, la misma autoridad afirma es "concedida generalmente por aquellos que le han dado al asunto mucha consideración: que las artesanías en las que los ciegos pueden hacer el trabajo de primera clase se limitan en gran número a la cestería, el tejido, el entretejido, el hacer escobas, cepillos, y reparación de sillas de mimbre, como lo más prometedor, y más a fondo posible probado, y que en estas artesanías, los ciegos no pueden incorporarse en la competición directa con los que ven, ni en la calidad del producto, ni de la cantidad resultada en cierta época dada. Y que las artesanías ejercidas por los ciegos se pueden continuar bien en talleres especiales bajo el encargo de oficiales del gobierno, o de oficiales entrenados de ciertas asociaciones benévolas. Y que entre las vocaciones más altas están la afinación de pianos, y el masaje, pues estos están bajo condiciones favorecedoras por ejemplo, que prevalecen para los masajistas en Japón, y que estos son los campos que ofrecen la oportunidad de éxito más grande, mientras que las profesiones doctas, incluyendo la enseñanza, son en general solamente para los de talento muy superior, y más particularmente de valor muy superior y determinación de ganar a toda costa."

En segundo lugar, un historiador. La base para esta evaluación, y su justificación, han sido presentadas en lengua abrupta, y explícita por un historiador bien conocido de la ceguera, y los ciegos en los Estados Unidos. Él dice, "[A]quí existe en la comunidad un cuerpo de hombres que, por causa de un defecto físico, principalmente, la pérdida de la vista, se descalifican en la participación de las búsquedas regulares de los hombres, y que así en gran parte son incapaces en el proporcionar para sí mismos independientemente." Deben ser mirados como "una fracción discapaz y enfermiza de gente" o, más específicamente, cómo "hombres videntes en un cuarto oscuro" "En vez de dejarlos actuar sin propósito en dependencia absoluta, y pues, convertirsen en una carga distinta, la sociedad debe prestar una mano amiga apropiada" a través de la creación del empleo cerrado, públicamente subsidiado.

Tercero, los administradores. Que esta valoración pesimista de la gama de talento entre los ciegos no se ha limitado a los escolásticos y a los historiadores se puede demostrar por dos declaraciones sucintas de los folletos del tiempo de guerra producidos por la Comisión del Servicio Civil en un esfuerzo  con el fín de ampliar las posibilidades de empleo para el físicamente discapaz. "Los ciegos," según fué encontrado, "son especialmente peritos en las ocupaciones manuales que requieren un sentido delicado del tacto. Están bien adaptados a los trabajos que son redundantes en naturaleza." Otra vez: "La colocación de las personas que son ciegas presenta varios problemas especiales. Los pequeños grupos de posiciones en el entorno cerrado, implicando el trabajo repetidor, fueron examinados en establecimientos del gobierno y encontrados el tener potencialidades de la colocación para los ciegos." Los resultados tales cómo éstos fueron sin duda alguna en base de una observación de cierto funcionario público que escribió: "La ayuda a los ciegos, tiene su súplica fuerte a las sensibilidades de Todos. Por otra parte, debemos evitar hacer el servicio público una institución caritativa."

Cuarto, un director de una agencia para ciegos. El director ejecutivo de una de las agencias privadas más grandes para ciegos justifica la falla de los grupos filantrópicos en estos términos abruptos: "El hecho de que tan pocos trabajadores u organizaciones estén haciendo alguna cosa apreciable para [mejorar la condición de los ciegos] no puede ser explicado plenamente por motivo de que no están en la vanguardia del pensamiento social. Está, en vez, debido a que  son bastante realistas al reconocer que la tropa de personas ciegas no tiene ni el impulso excepcional para la independencia ni las calificaciones personales necesarias al ajuste satisfactorio en el mundo vidente..

Es muy difícil y excepcional de que una persona ciega sea tan productiva cómo una persona vidente.";

Quinto, un psicólogo. Incluso lengua más sencilla, cómo también, jerga más impresionante ha sido utilizada por otra autoridad que extensamente se considera la experta preeminente en la materia de la psicología de la ceguera. "Hasta hace poco tiempo," él escribe, "los ciegos y aquellos interesados en ellos han insistido en que la sociedad revise y modifique su actitud hacia este grupo específico. Obviamente, por muchas razones, esto es una imposibilidad, y dedicarle esfuerzo en tal programa es tan vano como escupir al viento. y es extremadamente dudoso si el grado de madurez emocional, y la adaptabilidad social de los ciegos, apoyarían y sostendrían de largo, algún cambio de actitud social, si fuera posible lograrlo." Si esto no es suficientemente sencillo, el escritor continúa: "Otra confusión de la actitud se encuentra en los educadores y los trabajadores para los ciegos quiénes intentan hacer propaganda a la sociedad con el concepto racional de que los ciegos son individuos normales sin la vista. El silbar desesperado en la obscuridad, hace más daño que bien. Los ciegos lo perciben cómo distorsión hipocrítica de hechos reales.. Y está esquivando el asunto para poner la responsabilidad en las actitudes populares, no creyentes, y mal recibidas. Y pues, la única respuesta verdadera, se encuentra en la circunstancia desafortunada que los ciegos comparten con otros neuróticos, la personalidad no agresiva, y la inhabilidad de participar plenamente en la sociedad. Hay, dos direcciones generales para atacar tal problema, o ajustar al individuo a su ambiente, o cambiar el ambiente de modo que deje de ser una dificultad al individuo. Es absolutamente obvio que el último programa es no sólo desaconsejable, sino que también imposible. Sin embargo, es el ataque que casi toda persona frustrada, inadaptada atenta en vano."

En sexto lugar, un asistente social. Esta negación arrebatadora de todo intento a modificar las actitudes perjudiciales de la sociedad hacia los ciegos, no obstante, aunque puede sonar excéntrica, y extrema, halla fuerte apoyo en el campo del estudio de los trabajadores sociales. En las áreas donde "siguen habiendo tales ideas con firmeza," lee un informe típico, "es la función del trabajador social de asistir a la persona ciega a trabajar dentro de estas ideas preconcebidas. Puesto que las personas minusvalías son un grupo minoritario en la sociedad, hay mayor posibilidad de causar un cambio en un individuo dentro de una longitud de tiempo indicado de lo que es poder reversar conceptos aceptados dentro de la cultura." La "persona ciega bien adaptada," se argumenta, debe poder ir adelante en este ajuste social restrictivo, y el trabajador social debe concentrarse en su ajuste personal puesto que es más fácil reformar al cliente que reformar a la sociedad.

Séptimo, filántropo ciego. Permítanme cerrar mi lista de testimonios con una citación final. Considero que debe ya ser suficientemente obvio que, concediendo las asunciones contenidas en todas estas declaraciones, los ciegos no tienen ningún asunto en organizarsen aparte de la supervisión vidente. Que un movimiento social de los ciegos y por los ciegos, está condenado a la futilidad, a la frustración, y al fracaso. Pero solo en caso de que el punto no está bastante claro, les ofrezco la opinión considerada de una figura bien conocida en la historia de la filantropía de la ceguera: "No puede ser, después de todo, que a través de la sociedad de ciegos, la persona ciega encuentre la oportunidad adecuada para el ejercicio de su liderázgo. El líder sabio sabrá que los mejores intereses de toda persona ciega se encuentran dentro de la custodia de novecientos noventa y nueve gente vidente que, con sigo, componen cada mil de cualquier población promedia. Él sabrá, más allá, que si desea promover los intereses de los ciegos, debe convertirse en un líder de los videntes de quiénes la comprensión y el patrocinio del cumplimiento de estos intereses depende.. No hay. ninguna ventaja en acrecentar membrecía en una organización toda-ciega, que no se pueda adquirir, en mayor medida con membrecía en una sociedad de gente vidente."

¿Cuál es la sustancia de todos estos comentarios que condenan? ¿Cuáles son las asunciones comunes que son la base de las actitudes de los líderes de la filantropía ciega, y de las autoridades en el bienestar de los ciegos? Los conceptos fundamentales, considero, puede que se indiquen, sencillamente, que: Primero, los ciegos son en virtud de su defecto emocionalmente no maduros, y más bien psicológicamente anormales. Son mentalmente inferiores y circunscritos estrechamente en la gama de su capacidad, y por consiguiente condenados inevitablemente a la monotonía vocacional, a la dependencia económica, y al aislamiento social. En segundo lugar, incluso si sus capacidades fueran diferentes, están limitados necesariamente al papél fijo del estado subordinado ordenado por la "sociedad," de quién actitudes hacia ellos son permanentes e inalterables. Tercero, deben poner su fé y confianza, no en sí mismos, y en sus propias organizaciones, sino en el público vidente y más particularmente en los que se han designado los protectores y los guardianes de los ciegos. Algunas observaciones sencillas están en orden. Primero, en cuanto a la inmutabilidad de actitudes sociales y de acciones discriminatorias hacia los ciegos, sabemos por experiencia íntima que el público vidente desea el bien para los ciegos, y que sus ideas falsas son, en vez, el resultado de la inocencia y la superstición, y no de la premeditación deliberada de la crueldad y de la mala voluntad.

Había una época, en los días de Roma, cuando lanzaban a los niños ciegos a los lobos, o eran vendidos en esclavitud. Esa época ya no es más. Había una época, en la Edad Media, cuando los mendigos ciegos eran blanco de la diversión en las ferias del país, cubiertos con gafas de papél, y orejas de burro. Esa época ya no es más. Había una época, que todavía existe a un grado asombroso, cuando los padres de un niño ciego mirában su discapacidad cómo juicio divino sobre sus propios pecados. Pero esa época ahora está comenzando a desaparecer por lo menos en el mundo civilizado.

La sociedad ya no más saluda a los ciegos con hostilidad abierta, y evitación frenética, sino con compasión y lástima. Es cierto que un corazón abierto no es garantía de una mente abierta. Es cierto que las buenas intenciones no son suficiente. Es cierto que la tolerancia es un grito distante a la fraternidad, y que la protección y el cargo de fideicomisario no son los sinónimos de la igualdad y de la libertad. Pero el progreso notable hecho ya en la civilización de impulsos brutos, y la humanización de actitudes sociales hacia los ciegos, es evidencia convincente de que no hay nada fijo, o inmutable sobre el estado de las cosas sociales para los ciegos, y que, si los ciegos mismos son capaces de independencia y de interdependencia dentro de la sociedad, la sociedad es capaz de darles la bienvenida.

Nuestra propia experiencia cómo individuos y cómo miembros de la Federación Nacional de Ciegos nos brinda el apoyo de corto alcance a lo que hace la historia a largo alcance ya claramente. Hemos observado y hemos experimentado el fín gradual de obstáculos legales y de actos perjudiciales. Hemos participado en la expansión de las oportunidades para los ciegos en virtualmente cada fase de vida social y sustento económico  en el servicio social federal, estatal, y local. En profesiones de enseñanza y otras. En la adición de un elemento constructivo al bienestar público. Permítanle a cualquier persona que considera que las actitudes sociales no pueden ser cambiadas, leer esta declaración contenida en un folleto reciente de la Comisión del Servicio Civil Federal:

Una noción equivocada es sostenída a veces, de que. los ciegos pueden hacer el trabajo solamente donde no es importante la agudeza de la vista en el trabajo. La verdad parece ser que los ciegos pueden hacer el trabajo que exige diversos grados de agudeza de la vista de parte de los videntes. Si hay alguna diferencia en la habilidad del trabajo relacionado con un grado de agudeza de la vista requerido para los videntes, es ésto: los ciegos parecen trabajar con mayor habilidad en los trabajos donde está presente el elemento a un grado sensato en el trabajo de los videntes, que donde está solamente generalmente útil la vista.

En segundo lugar, ¿Son los ciegos mentalmente inferiores, emocionalmente adolescentes, y estorbados psicológicamente. O por el contrario, son normales y capaces de la integración social y económica? La evidencia de que es este último se puede extraer de muchas partes: científicas, médicas, históricas, y teóricas. Pero la evidencia que es la más persuasiva es la que he presentado ya: es la evidencia exhibida en las vidas y el rendimiento de ordinarios hombres y mujeres ciegos promedios, tales cómo los que asistieron a nuestra convención nacional el verano pasado. Esta es la evidencia de sus realizaciones vocacionales, sus logros personales, la normalidad llana de sus vidas diarias. Para mí, su expediente es más que una demostración impresionante: es una refutación que se afianza.

Por supuesto, sería una gran exageración mantener que todas las personas ciegas han superado su discapacidad física y han conquistado su impedimento social.

No es la educación de los videntes solamente que es necesaria para establecer el derecho de los ciegos a la igualdad y a la integración. Tan necesaria así, está la educación de los ciegos mismos. Pues, el proceso de su rehabilitación no se termina con el entrenamiento físico y profesional. Es completo solamente cuando han hecho salir de sus propias mentes el último vestigio del estereotipo público hacia los ciegos. En este sentido, y a este grado solamente, es cierto que la persona ciega debe "ajustarse" a su impedimento y a la sociedad. Su necesidad del ajuste, efectivamente, no debe significar su sumisión a todas las normas y valores sociales que prevalecen. Su meta no es conformidad sino autonomía: no aquiescencia, sino autodeterminación y autocontrol.

De todo esto, debe estar claro que es un camino largo, con todo, de los callejones ciegos de la dependencia, y la segregación, a las carreteras principales de la independencia personal, y la integración social que hemos fijado como nuestra meta. Y considero que es igualmente claro que nuestro progreso hacia esa meta exigirá el uso más poderoso y más experto de todos los medios a nuestro comando: es decir, los medios de la educación, de la persuasión, de la demostración, y de la legislación.

Necesitamos los medios educativos a fín de traer al público y a los ciegos mismos a un reconocimiento verdadero de la naturaleza de la ceguera para así arrancar las capas fósiles de la mitología y el prejuicio. Necesitamos la persuasión a fín de inducir a empleadores a que nos prueben, y convenzer a la sociedad de dejarnos entrar. Necesitamos la demostración a fín de probar nuestra capacidad y normalidad en cada acto de la vida y de ganarnos el sustento. Y finalmente, necesitamos legislación a fín de reformar los libros de estatuto, y borrar las barreras legales que se colocan en el camino de la vida normal, y de igual oportunidad, y que los substituyan por las leyes que reflejan exactamente el conocimiento acumulado de la ciencia moderna y de las éticas de la sociedad democrática.

Esta plataforma final en nuestro programa de plataforma de la igualdad, de legislación adecuada, es en muchos aspectos la más crucial y presionante de todas. Puesto que hasta que se garantice a los ciegos la libertad de oportunidad y de intento dentro de la ley, puede haber poca demostración de su capacidad y poca perspectiva de la persuasión, lo que se necesita es nada menos que un nuevo espíritu de las leyes, que desarraigará las cláusulas discriminatorias y las asunciones perjudiciales que obstaculizan los esfuerzos de los ciegos hacia un mismo-adelanto y un mismo-apoyo. La nueva filosofía requiere que los programas para los ciegos estén fundados sobre el concepto social de su normalidad y el propósito social de su reintegración en la comunidad, con las ayudas y los servicios ajustados a estos conceptos.

Éstos entonces son los objetivos de los ciegos mismos-organizados. Metas elegidas libremente para ellos por ellos mismos. Y ésta es la significación verdadera de una organización de ciegos, por ciegos, y para ciegos. Para los ciegos, la edad de la caridad, así cómo la del código de la caballería, está muerta. Pero esto no quiere decir que tampoco hay lugar para estas virtudes. Para alcanzar la igualdad que es su derecho, para ganar la oportunidad debida, y para lograr la posición de membrecía plena en la comunidad que es su meta, los ciegos tienen necesidad de la continuación de la comprensión, y de la solidaridad, y la liberalidad de sus vecinos y conciudadanos videntes. Pero su necesidad predominante es en primer lugar para el reconocimiento, reconocimiento de sí mismos cómo normales, y sus propósitos cómo legítimos. La esperanza más grande de los ciegos es que puedan ser vistos cómo son, no cómo han sido retratados. Y puesto que no son ni protección del estado ni niños, su esperanza debe no sólo ser considerada, sino que también oírse en sus propios acentos, y para lo que su causa puede valer.
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