[Nfbespanol-talk] El Sueño de Un Mecánico Ciego Se Hace Realidad en Un Porsche

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Wed Feb 1 01:21:54 UTC 2012


Braille Monitor

Volumen 55, Número 2

Febrero, 2012

Gary Wunder, Redactor

El Sueño de Un Mecánico Ciego Se Hace Realidad en Un Porsche
por Lorraine Sommerfeld

Nota del redactor: Lorraine Sommerfeld es una reportera especial para el periódico Toronto Star. Ha publicado el siguiente relato en la publicación en línea, Wheels, el 4 de junio del 2011. Hemos publicado relatos en el pasado, sobre mecánicos de Automotriz ciegos, y al menos uno de un hombre ciego que condujo un coche en un torneo de destrucción. Pero este es un notable informe de un joven canadiense que hace reparaciones a los coches, y cuyo sueño de conducir se cumplió de una manera increíble. Aquí está:

El sol de la mañana entra, a través de la puerta levantada del garaje, en el Bruce Kitchen Automotive. Las partículas de polvo danzan en el aire, y la iluminación sobre cada mesa de trabajo parece silenciada en la fuerza del sol de mayo. Aaron Prevost, veinte, se encuentra en un Porsche 82 924, después de haber colocado el elevador a nivel de trabajo. Puede discernir esta luz del sol, pero sólo como una sombra de contraste. Toma un momento, para uno darse cuenta de que es ciego.

No vuelve la cabeza para colocar tuercas de las ruedas sobre la mesa junto a él; sino que hábilmente las deposita en un orden preciso para que pueda, otra vez, encontrarlas más tarde. Hace un conteo rápido alrededor del borde libre con la otra mano, y entonces levanta el neumático de su montura. Se le cae una tuerca, se congela mientras escucha a donde cae, luego desciende rápidamente y la agarra. Todo acerca de Prevost es ordinario, y sin embargo, nada lo es. Ser un mecánico automotriz es un negocio preciso, y los posibles riesgos están en todas partes. Prevost, sin vista desde su nacimiento, se pasea libremente y sin bastón, haciendo la búsqueda de coches elevados, y las mangueras de los compresores enrolladas.

A primera vista se ve su puesto de trabajo como cualquier otro, pero a medida que se ajusta a través de los cajones en busca de un mazo, rozando con sus manos el contenido, uno se da cuenta de que sabe exactamente dónde está todo. Una herramienta fuera de lugar cuesta tiempo, y el tiempo cuesta dinero; Prevost insiste en ser tratado igual a los mecánicos videntes. Este no es un trabajo de repetición. El garaje se especializa en la importación, y cada coche tiene problemas únicos. Para un chico que comenzó por separar cortadoras de césped, es un relato sobre la capacidad de su memoria, y su capacidad de aprender, pero sobre todo, es acerca de su determinación.

A los diez años, Prevost estaba separando y reconstruyendo motores pequeños con la guía de su hermano mayor, Ben, ahora veintiséis. Ben también es ciego, nació con el mismo daño en el nervio óptico. "Bueno, sobre todo, ponemos de nuevo juntas las cosas que hicimos pedazos", dice Aaron con una sonrisa. Pronto estaban trabajando en los autos de la familia, y no había preocupaciones acerca de sus habilidades.

La logística de moverse a través de un mundo oscuro no preocupa a un joven que no conoce algo diferente. El secreto de su actitud positiva, es que Aaron Prevost simplemente determina lo que puede hacer, más que lo que no puede. Asoma la frustración sólo en que es un apasionado de los coches, pero no puede conducir. Criado en la zona rural de Cornwall, Ontario, hizo lo que la mayoría de los niños hacen en el campo: subirse a cualquier cosa con un motor y conducir de todos modos. "Sacábamos el coche de cuatro ruedas, y mi hermana estaba detrás de mí, y ella a su vez, volteaba mis hombros", explica. "Es sumamente efectivo, aunque puede ser un poco loco cuando tiene que mantener el acelerador que se acciona con la mano para asegurarse de que no se quede atorado."

En los últimos doce años, Prevost ha sido un estudiante de la escuela para ciegos, W. Ross MacDonald School for the Blind, una escuela residencial en Brantford. Su hermano mayor ya estaba allí, haciendo un cambio difícil un poco más fácil. Prevost se encoge de hombros, con su independencia, no tanto como un símbolo sino como un par de jeans desgastados. "Trato de hacerlo todo", dice. Y lo hace. Ha vivido fuera de la escuela desde hace dos años, ahora alquila una casa con un amigo.

Fuera del taller se encuentra una cortadora de césped en un remolque, que se puede montar, el alojamiento está fuera. El dueño del taller Bruce Kitchen le dijo a su vecino que traiga la máquina que está rota, porque él tiene, exactamente, al chico para arreglarla. Prevost llega a la maquinaria con una mano con guante quirúrgico, discierne en donde una pieza de metal está erosionando a un plástico, y hace el diagnóstico.

Kitchen rechaza la sugerencia de que tener a Prevost a bordo como un estudiante en prácticas de Cooperativa podría ralentizar el taller. "Él tiene sus especialidades, los frenos, y los discos,y a diferencia de un garaje estándar, los tiempos de entrega son un poco más flexibles", dice. Su voz baja un poco. "Mira. Es exactamente correcto. Se ha ganado su lugar aquí. Es un mecánico bueno. En su primer día allí tenía la culata del motor de un Triumph Spitfire, y cambió la junta de culata. Lo único que no podía hacer era establecer el número de depósitos por pie. "

El taller está lleno de animales exóticos de cada época. Prevost está relajando los tambores de freno oxidados en el Porsche. "Si tuvieras tus ojos durante 10 minutos, ¿qué harías?" Le pregunto.

Él no duda ni un momento: "¡Conducir!"

Mosport, Una larga fila de Porsches espera su turno obedientemente en el canal de conducción, Mosport International Raceway. Es un día de escuela de manejo; los propietarios aprenden lo que sus coches pueden hacer. Aaron Prevost, veinte y ciego desde su nacimiento, va a descubrir, lo que uno siente en una pista de carreras. No puede ver el campo verde de relieve ondulado, pero puede sentir una ligera brisa que le roba el calor prometedor del sol. Como un mecánico, sabe cómo funcionan las máquinas de alto rendimiento en el trabajo. Hoy aprenderá como se traduce en el impulso de un acelerador que cae, el chillido de los neumáticos en las curvas complejas, y la euforia de una recta larga.

Tal vez Prevost no puede conducir, pero sin duda, puede ser el pasajero en un coche de carreras alrededor de una de las mejores pistas de América del Norte. "Mi jefe, Bruce, me advirtió acerca de la fuerza de la gravedad", dice. "Tengo muchas ganas de experimentar eso."

Como si fuera en el momento justo, Rick Bye se detiene en un Porsche Boxster 2012. Bye es el encargado de prensa de la flota de Porsche de automóviles de Canadá, y también es un corredor de Porsche desde hace mucho tiempo. Conoce Mosport como la palma de su mano. En la plataforma de prueba de la pista, Bye pone el coche a través de ejercicios de parar y comenzar, describiendo cuidadosamente para Prevost todo lo que está haciendo. Después de algunas pruebas Bye se sale. "Aarón va a intentarlo ahora", dice. Prevost sonríe cuando va a abrir la puerta.

Con una mano tranquilizadora en el timón, Bye describe a su joven estudiante todo lo que el coche va a hacer, y cómo responderá. A los pocos minutos, el chico que no puede ver tiene el acelerador a fondo del coche deportivo y rápidamente lo lleva a un punto de parada. Se repite el ejercicio varias veces, Prevost aprende sobre el coche; Bye aprende acerca de su alumno. Bye dirá más tarde que "Aaron era un estudiante perfecto." Esa es una cita directa: Perfecto. "Mostraba mucho interés, y escuchaba. Me respondió exactamente a lo que yo le estaba diciendo. Si hubiéramos tenido más tiempo, podríamos haber hecho más ".

De vuelta al foso del corredor, la pista se limpia para el almuerzo. Bye está esperando el visto bueno, mientras que Aaron se queda en el asiento del pasajero, con sus manos mostrándole cada puntada, cada botón, cada palanca. "Oye, te dan un montón de emisoras de radio en este radio", informa. No es palabrería. Aaron está absorbiendo este coche. Con un movimiento del oficial, Bye se amarra con las hebillas.

El Boxster ruge, y están fuera, solos en la pista. Cuando el coche llega a la recta opuesta, el crescendo dulce flota en el aire del mediodía. Se vuelve para acercarse a las fosas, y se puede ver en Prevost una amplia sonrisa. Después de la quinta vuelta cruzan a las fosas. "Dígale a ella las veces que ha hecho esto", dice el chico. Considerando que este es su circuito de casa, Bye estima que ha puesto cerca de 30.000 vueltas.

Pero son las siguientes que serán las primeras, incluso, para este experimentado profesional. Ellos cambian asientos. Mantienen la misma dirección constante, Bye le dice a Prevost como posicionar el timón para sentirse cómodo. Es esa voz tranquilizadora que ahora lleva al conductor sin vista, con la mano izquierda de Bye ligeramente en el volante. Para la segunda vuelta con Prevost detrás del volante, todo el mundo está de salida para ver. El sonido del motor registra su ubicación en la pista, y sólo hay las mismas dos preguntas en mente: la rapidez con que se va a golpear a la recta, y ¿cómo va a ser posible que negocien la vuelta número cinco? De hecho, son dos turnos, uno tras otro. Es difícil de hacer si se puede ver. Es difícil de hacer si es un profesional. Sin embargo, ¿un chico ciego sin licencia? Incluso con una mano profesional como sombra de él, Aaron está poniendo toda su confianza en un hombre que conoció una hora antes. Tal vez aún más sorprendente, ese hombre está haciendo lo mismo.

No es sino hasta después que Bye revelará el único desliz de la jornada en la desafiante vuelta número cinco, que Prevost llevó a demasiada velocidad. Bye se limitó a repetir "más freno, más freno" hasta que su alumno había corregido sin tocar la hierba. Al parecer, Rick Bye nunca alzó su voz ese día.

Es un proceso hermoso, algo complicado. El Boxter regresa pasando las tribunas, y luego se pone en marcha una y otra vez. Cuando finalmente llega y se detiene en las fosas, Prevost, finalmente quita la mano del volante para apretar las manos extendidas de la asombrada tripulación del foso. En la aglomeración está el par más tranquilo, Aaron Prevost y Rick Bye. En medio de la potencia y la velocidad y el ballet de una pista de carreras, un gran regalo se le ha dado a ambos hombres.

Prevost había completado cinco vueltas en el canal de conducción, Mosport International Raceway, ese día. Se había alcanzado una velocidad máxima de 205 km/h en recta de vuelta famosa, tan rápido como lo haría la mayoría. Bye dijo más tarde que Prevost fué tan atento y sensato, que el instructor, en realidad, quitó su propia mano del volante varias veces. Prevost dijo más tarde que tuvo un poco de ansiedad solo cuando Bye hizo esto. La idea de que él estaba en completo control del vehículo, incluso durante unos pocos segundos, lo dejó pasmado. El hecho de que Bye nunca tuvo que hacerse cargo del timón sorprendió a todos los demás. El chico que quería hacerlo todo, finalmente llegó a conducir.

Cuando nos fuimos de Brantford, le pregunto qué está pensando. "30.000 veces", dice. "Rick ha sido capaz de hacer eso 30.000 veces."

Para Bye él reconoció algo muy diferente. "Todos nosotros sólo vemos el mundo desde nuestro lugar estancado", dijo más tarde. "Mucha gente sólo ve lo negativo; ese chico está ahora tan al frente, es increíble."
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