[Nfbespanol-talk] Inesperadamente, Un Recordatorio Sumamente Necesitado

Frida Aizenman aizenman at earthlink.net
Sun Jan 29 18:29:45 UTC 2012


    
Braille Monitor

Volumen 55, Número 2

Febrero, 2012

Gary Wunder, Redactor

Inesperadamente, Un Recordatorio Sumamente Necesitado
por Edwin Cooney

Nota del redactor: ¿Cuántas veces nos hemos quejado, ya sea con nosotros mismos, o en voz alta a un amigo, acerca de  como la gente puede ser tan ignorante sobre la ceguera, sólo para descubrir que nosotros también somos ignorantes de muchas cosas de las que no debemos estar sorprendidos o indignados cuando la gente no nos entiende. Edwin Cooney es un hombre ciego con percepción fuera de lo común, y la capacidad de articular lo que piensa y siente. No sólo conoce bien los problemas que surgen de los supuestos de las personas, derivados de los conceptos erróneos, sino que también sabe que es, por desgracia, un ser humano frágil, y esas cosas que critica en los demás son, hasta cierto punto, cosas que encuentra aún en sí mismo. Ed se graduó en 1966 del colegio Estatal para ciegos, New York State School for the Blind, en Batavia, y un graduado de State University of New York en Geneseo en 1974. Obtuvo una maestría en historia Norte Americana, historia Europea moderna, e historia medieval Europea. Desde junio del 2005, Ed ha estado escribiendo una columna semanal. Lo que se ve a continuación es un ejemplo de una de sus casi trescientas columnas, que son, sus opiniones acerca de la historia, los acontecimientos actuales, y la dinámica humana, o, si lo prefiere, los factores que hacen que las personas se lleven bien unos con otros, o lo contrario. Su objetivo es alcanzar una de las tres cosas con cada una: informar, estimular, o entretener al lector. Puede obtener su columna semanal de forma gratuita poniéndose en contacto con él en


edwincooney at sbcglobal.net

 

 Esto es lo que dice acerca de las ideas preconcebidas, de los que somos víctimas de ellas, y de las dificultades que enfrentamos al tratar de formarnos una opinión de otro ser humano:

Fué en la tarde del Lunes, 18 de junio del 2007, que llegué a la estación de tren de Amtrak en Washington, D.C., a bordo del tren #125 de Penn Station en Newark, Nueva Jersey. Estaba en camino a casa, a Alameda, California, después de un total de tres semanas de felices reuniones con viejos amigos, y reuniones por primera vez con nuevos. Me sentía contento en su mayor parte. Estaba aún bastante satisfecho con mi propio comportamiento en la forma en que había manejado una o dos situaciones delicadas que son parte de las relaciones cotidianas, y las circunstancias.

Mi tren estaba retrasado sólo treinta minutos más o menos, pero eso fué todo para bien. Eso significaba que tendría que esperar sólo veinte o veinticinco minutos por el Tren 29 de Amtrak programado para salir de la estación a las 4:05 pm. Sería especialmente agradable si el tren número 29 fuera muy bueno, con aire acondicionado en contra del calor de ochenta y cinco hasta noventa grados de la Costa este, con más de ochenta y cinco por ciento de humedad, pero ese asunto se haría cargo de sí mismo.

Entonces, se corrió la palabra de que, debido a una falla en el equipo, el Tren 29 a Chicago no podría cumplir con el cronograma de salida 4:05 pm, y que no había tiempo estimado previsto para su salida. Un tren cargado de pasajeros de Amtrak esperaba pacientemente en la estación, con la esperanza de que la mecánica sería capaz de remediar los males del tren 29 con la suficiente rapidez para que todos pudieran seguir su camino en el momento de hacer las conexiones necesarias.

Mientras esperaba, me encontré sentado entre dos caballeros. Uno de ellos, de Chicago, me dijo que pasa mucho de su tiempo a bordo de su casa flotante. El otro, Archie de Rhode Island, dijo que también le gusta viajar, pero prefiere sólida tierra firme. En un momento de nuestra conversación, Archie, con su acento encantador de Nueva Inglaterra, me informó que un hombre ciego sin manos estaba sentado a corta distancia, y que estaba "buscando a tientas", su maleta y, obviamente, podría utilizar ayuda. Archie se fué sólo por un tiempo muy corto antes de volver a informar de que el "hombre ciego sin manos" estaba bien, y no necesitaba ayuda.

"¿A dónde va él?" Pregunté, preguntándome si estaría en el tren 29, una vez que consiguiera rodar.

"No lo sé", respondió Archie, "pero él está aquí con el resto de nosotros." Wow, me dije a mí mismo. Aquí estamos en Washington, D.C., y no demasiado lejos de mí está un hombre ciego sin manos. Tiene que ser de Irak, me dije. Entonces, comencé a crear un conjunto de supuestos acerca de los antecedentes de este hombre: tiene que ser un veterano que está en Washington para tratamiento y rehabilitación en el hospital Walter Reed; es un veterano de la guerra de Irak; su lesión es reciente.

Luego vino mi hipótesis sobre su estado de ánimo: Tiene que estar enojado y amargado por su lesión de la reciente guerra; tiene que ser aprensivo e incluso tener miedo a medida que lucha por adaptarse a sus deficiencias; va a perderse o desorientarse fácilmente; va a necesitar mucha ayuda. Va a estar triste y tal vez, incluso pegajoso. A continuación fuí a la raíz de mis suposiciones , mis propios temores, necesidades, comodidades, e ideas de conveniencia. ¿Qué haría yo sin manos? Estaría totalmente perdido, sin un sentido del tacto. ¿Cómo podría funcionar como lo hago hoy con un bastón? ¿Qué voy a hacer si está en mi vagón? Voy a tener que ayudarle, porque después de todo, él es uno de "nosotros".

Luego vino mi última esperanza: Tal vez esté en otro vagón, si no en otro tren.

En fín, tal como fué, afortunadamente no fué así. Poco después de las seis y treinta de la noche, fuí asistido al tren 29 en la parte inferior de un vagón, que es donde los pasajeros que son mayores o con discapacidad pueden viajar. El vagón era razonablemente frío, y mi asiento estaba junto a una toma eléctrica para que convenientemente pudiera escuchar libros grabados y cargar mi teléfono celular. El tren había comenzado a moverse, pero el conductor no había venido a recoger los boletos. Murmuré para mí mismo en voz alta, y me preguntaba si el acto de comer mi almuerzo daría lugar automáticamente a que el conductor viniera alrededor a tomar mi boleto. De repente, de un asiento detrás de mí al otro lado del pasillo a mi izquierda, oí el timbre de un reloj parlante. Entonces, una voz alegre, dijo: "¿Quién es este chico ciego que habla con sí mismo?"

Luego vinieron las presentaciones. Él se llamaba Dan, y yo por supuesto, me presenté como Ed. Mi primer contacto con él confirmó su hipótesis acerca de quién era yo. Así que, no tenía por qué decirle nada acerca de mi discapacidad. Lo extraño es que, aunque me explicó rápidamente su condición, no recuerdo exactamente cómo me confirmó que él era el hombre ciego, sin manos.

Casi al instante, incluso, antes de que Dan me dijera mucho acerca de sí mismo, el miedo cargado de presunciones y percepciones se desvaneció. Dan, después de todo, era Dan. Dan no era un conjunto de mis temores presuntivos. A los pocos minutos de nuestro comienzo a nuestra conversación, el conductor había llegado alrededor para tomar los boletos, y Dan estaba haciendo planes para ir al vagón restaurante para la cena. Ya que tenía mi almuerzo, no necesitaba el vagón restaurante. Me encontraría con él en el vagón bar para echarnos unos tragos. Por lo tanto, estaba claro que Dan se movía alrededor así como yo lo hice.

Mientras que nos echábamos unos tragos, no me costó conversar con Dan sobre una serie de temas. Era muy sencillo; coqueteaba con las mujeres mucho más fácilmente y con confianza, aparentemente con mucho mayor ingenio que yo, y Dan era, aún más gracioso.

Una vez que estábamos de regreso en nuestro Vagón, Dan me dijo que a la edad de quince, que fué en 1955, se había lesionado durante la construcción de una granada de mano. Luego pasó a explicar que cuando era joven, había aprendido a hacer bombas incendiarias con el fín de protegerse de un posible acoso o daño de las bandas juveniles de Chicago. Un día, explicó, que accidentalmente había instalado el tipo equivocado de disparo en su última granada, y su vida había cambiado para siempre.

Luego pasó a hablar de sus hijas, una de las cuales sirvió en el conflicto de los Balcanes en la década de 1990. Habló de su vida de trabajo como un asesor de rehabilitación para el Departamento de Salud Mental en Decatur, Illinois. Dan es ahora jubilado y no tiene que trabajar por razones monetarias; pero que, simplemente le gusta mantenerse ocupado. La razón por la que estaba en el tren era que regresaba a casa de una entrevista de trabajo en Alexandria, Virginia. La única ayuda que le dí fué marcar y sostener mi teléfono celular, mientras que llamó a su hija que iba a encontrarse con él en Chicago, así pudiéndole avisar que el tren estaba llegando tarde.

Cuando Dan y yo nos separamos en Chicago, sabía que yo había conocido a una persona extraordinaria. Ciertamente, mis vacaciones, y, si me lo permito, tal vez mi vida, se ha enriquecido por ese hombre llamado Dan. Sin embargo, también era consciente de que había sido culpable de una de las injusticias más sutiles pero devastadoras de la humanidad. Yo era culpable del acto de la percepción preconcebida personal negativa. Lo que es aún más increíble para mí es que soy sumamente sensible al hecho de que soy una víctima de por vida de tales percepciones preconcebidas personales negativas. ¿Cuántas veces se me ha negado oportunidades de trabajo, la amistad, e incluso el amor, a causa de las percepciones negativas de una persona, y la incapacidad definitiva para imaginar interactuar cómodamente conmigo en una relación de trabajo o de amor? ¿Cuántas veces he contestado a la gente la pregunta que a menudo hacen, acerca de lo que es más difícil al vivir con discapacidad, diciendo, con cierta intensidad, que el aspecto más difícil de vivir con discapacidad, (que, en mi caso, es la ceguera total) es la percepción del público de la misma.

La respuesta a ambas preguntas en lo anterior es, demasiadas veces. La percepción personal negativa Preconcebida es a menudo devastadora para las personas que viven con discapacidad. Lamentablemente la práctica, que voy a definir aquí, las preconcebidas conclusiones negativas sobre otros en base a un escaso conocimiento de las condiciones en que otra persona vive, es una práctica generalizada y afecta mucho más que a las personas con discapacidad.

Así pues, las personas con discapacidad, y personas de diferentes razas, de religiones diferentes, de diferentes clases, y de su estatus económico diferente, con demasiada frecuencia, son hechas listas víctimas de nuestras ideas preconcebidas acerca de cómo viven, qué creen, qué pueden hacer, y como serán. Lo que es más, no se debe asumir que los pobres y los desfavorecidos son las únicas víctimas de la percepción personal negativa. Los ricos y poderosos también pueden ser víctimas, y a menudo lo son. Su capacidad para protegerse a sí mismos con más facilidad de la percepción personal negativa, no en lo más mínimo justifica la práctica.

Por lo tanto, la víctima del racismo también puede ser un racista, el ofendido puede ofender ciertamente; el cual, en contra del que se ha pecado, puede pecar, y peca , como me enteré una vez más el Lunes, 18 de junio del 2007. Sólo porque soy consciente de la capacidad de otros de tener una percepción preconcebida personal negativa no me inmuniza de la práctica a mí mismo. Además, la percepción personal negativa no puede ser el único camino para nuestras fallas individuales y sociales, pero es, sin duda, uno de los caminos más tomados. Al lado del camino de menor resistencia, el camino de la percepción personal negativa es el más fácil de tomar, y se toma demasiado a menudo por muchos, incluyendo a este observador. Gracias Dan. Debido a que tú eres tú, ¡no pude salirme con la mía  en esta ocasión, de todos modos!
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